Luis Rubio
Todas las sociedades desarrollan sus mitos y creencias como formas de explicar la vida, pero en México muchas veces estos no se corresponden con la realidad.
Alguien dijo una vez que si Kafka fuera mexicano, habría sido un narrador de la vida cotidiana. En ese espíritu, aquí hay algunas observaciones que, sin contar una historia coherente, dicen mucho sobre esta tierra de fantasía.
México vive hoy la paradoja de un Gobierno débil, pero con un Presidente hiperpoderoso.
El Gobierno es incapaz de gestionar una crisis sanitaria o distribuir medicamentos, pero el Presidente puede imponer su ley en la elección de un Gobierno local.
La infraestructura del país se está cayendo a pedazos, las calles parecen zona de guerra y la extorsión y la violencia proliferan en cada vez más regiones, pero un tren que no conecta centros productivos ni agrega valor destruye selvas y cenotes por capricho presidencial, sin que haya existido ninguna factibilidad evaluación.
La otra cara de esa misma paradoja es el entorno internacional en el que vive México, y del cual el Gobierno ha pretendido que se puede abstraer sin costo ni consecuencia.
Mientras el bienestar de la población depende en gran medida de las exportaciones, el Gobierno hace todo lo posible por complicar los lazos con el exterior, como si una cosa no estuviera relacionada con la otra.
En lugar de promover y facilitar estos vínculos —tanto en términos de negociaciones comerciales y promoción de inversiones, como en la creación de infraestructura y facilitación de las transacciones diarias—, se siguen acumulando violaciones a los tratados comerciales de los que depende la fluidez del comercio y la viabilidad misma de nuestra economía.
México no tiene problema de alimentación ni de autoabastecimiento. El sector agrícola es, por primera vez en siglos, excedentario y ha alcanzado una productividad extraordinaria.
Lo que México sufre, pero rara vez se aborda directamente, es un enorme problema de pobreza rural. Imponer medidas que restrinjan las exportaciones o importaciones de productos agrícolas no resolverá la pobreza rural, que está en el centro del dilema del desarrollo del país.
El próximo Gobierno podría comenzar a meditar sobre la forma en que se puede atacar la pobreza rural, pues de ello depende la solución a tres de los principales desafíos que enfrenta el país: la desigualdad social, la calidad y enfoque de la educación y la movilidad social, tres aspectos del mismo problema.
Las recientes elecciones estatales, sumadas a las manifestaciones auspiciadas por la ciudadanía y por el Gobierno, respectivamente, de los últimos meses, muestran una de las grandes contradicciones que caracterizan a los mexicanos de hoy.
No todos los mexicanos se ven como ciudadanos: en una encuesta reciente, sólo el 58% se ve como tal, frente al 42% que se ve como “pueblo”.
En su afán de preservar y fomentar la lealtad de la población por encima de cualquier otro valor u objetivo, el Gobierno ha optado por impedir el crecimiento de la economía, porque como dijo el anterior presidente de Morena, un pueblo pobre siempre será leal, pero ese sentimiento se marchita a medida que la gente prospera. En consecuencia, es mejor apostar por la pobreza permanente.
Pero lo anterior no resuelve uno de los enigmas clave: la frecuente distancia que existe entre la sociedad civil organizada respecto de los mexicanos de a pie. Nadie que haya observado los contrastes entre las manifestaciones organizadas por el Gobierno y las de las organizaciones civiles, puede dudar que ahí no sólo hay una contradicción sino un enorme desafío. La bajísima participación en las elecciones del Estado de México habla por sí sola.
Tampoco es posible cerrar los ojos ante la pequeñez de la clase política mexicana, su falta de visión o la incapacidad de la oposición para cumplir con sus funciones cruciales.
Los líderes opositores, ahora que su soberbia e incompetencia han sido expuestas en el Estado de México, no pueden negar lo obvio: que no han sabido actuar como oposición a la destrucción institucional encabezada por el Presidente.
La ciudadanía ha ido perdiendo un contrapeso tras otro, quedando sólo protegida por una Corte Suprema acosada. La suma de soberbia, corrupción e insignificancia ha dejado a los mexicanos observando cómo el único objetivo de la oposición es una embajada…
Cuando uno escucha a los líderes de países que realmente aspiran al progreso, los contrastes con México se vuelven aún más visibles y dolorosos.
No vale hablar de lugares como Singapur, donde la claridad de visión es impresionante, pero la India, una nación infinitamente más pobre y compleja que México, ilustra lo que es posible.
El vocabulario utilizado tanto por funcionarios como por empresarios, líderes políticos y sociales habla por sí solo: inversión, productividad, movilidad social, confianza y previsibilidad. México tiene todo para adoptar un catálogo similar, pero la preocupación por las pequeñas cosas siempre gana.
“El gran enemigo de la verdad muchas veces no es la mentira —deliberada, artificiosa y deshonesta— sino el mito”. Así caracterizó Kennedy la indisposición a avanzar y prosperar. Pareciera que se refería al México de hoy…
@lrubiof
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