Eduardo Backhoff Escudero (*)
La educación apenas empieza a recuperarse de los problemas ocasionados por el Covid-19, cuando está a punto de enfrentar otra crisis que ocasionará la Nueva Escuela Mexicana (NEM). Es decir, sale de una crisis involuntaria (la pandémica) para entrar a otra intencional (la política).
Entre los efectos que ocasionó la pandemia, se ha señalado que se tuvo que transitar de manera abrupta a un modelo de educación a distancia, para el cual no estábamos preparados; el acceso a la tecnología para atender las clases a distancia, en muchos casos, fue inexistente; el largo confinamiento produjo una pérdida de aprendizaje importante, lo que acrecentó las brechas educativas entre los estudiantes más y menos privilegiados.
Las condiciones adversas para aprender generó una falta de motivación para el estudio y un incremento en el abandono escolar; el confinamiento también impactó negativamente en la salud mental de estudiantes y docentes; y, la falta de mantenimiento ocasionó un deterioro grave en la infraestructura escolar.
Sobre la NEM, se ha criticado tanto la parte ideológica como la pedagógica. Por un lado, se ha argumentado que se quiere imponer en el Sistema Educativo Nacional (SEN) la visión de las Epistemologías del Sur y de ideas afines al marxismo; se impone una visión maniqueísta de la sociedad, donde las personas “buenas” son los pobres, la clase obrera y los marginados, mientras que las “malas” son la clase media y alta, los profesionistas, los empresarios y el sector privado.
Por otro lado, se ha comentado que la NEM es un modelo improvisado que toma conceptos aislados de Paulo Freire y de la pedagogía crítica; que no toma en cuenta los avances de las ciencias cognitivas, la psicología del aprendizaje, las neurociencias y las didácticas especiales; que los libros de texto se elaboraron antes que los programas de estudio, que no tienen las progresiones de aprendizaje adecuadas y que dejan vacíos de aprendizaje esenciales.
Que se elimina del centro del aprendizaje al estudiante y de la enseñanza al aula; que se iguala la importancia de los conocimientos científicos con los saberes y tradiciones comunitarios; que se renuncia a tener un proyecto nacional, a cambia de uno local; y, que no se consideran las deficiencias del aprendizaje para la implementación del nuevo currículo.
Tomando en cuenta los efectos negativos de la pandemia y la propuesta de la NEM, es pertinente preguntarse qué escenarios se prevén para el próximo ciclo escolar.
En lo ideológico, la asimilación de los principios de la NEM por parte de los docentes será muy desigual. Mientras que unos los arroparán con entusiasmo (quienes apoyan a la 4T), otros los rechazarán abierta o veladamente.
En lo pedagógico, el escenario es más incierto. Por un lado, porque a los docentes se les está pidiendo que cambien de fondo la forma en que han impartido clases durante toda su vida profesional. Está ampliamente documentado que este objetivo es difícil, si no imposible, de lograr. En el mejor de los casos, los docentes pueden cambiar la narrativa pedagógica, pero no así sus prácticas didácticas.
La NEM plantea una enseñanza basada en proyectos, lo que implica que los estudiantes salgan a las comunidades y “aprendan resolviendo problemas”; modelo que es bastante utópico e irreal.
En síntesis, México enfrenta un desafío mayor: salir exitosamente de las dos crisis educativas, lo que se ve muy difícil e incierto.
(*) Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa.
Twitter: @EduardoBackhoff
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