Arnoldo Kraus
En diciembre de 2022 escribí un texto intitulado Nuestras exportaciones. Por cuestiones éticas y por las enfermedades propias del país, arropado por otras reflexiones, abordo de nuevo el brete. De los cinco presidentes vivos, cuatro no radican en México. Fox es el único mandatario cuya residencia sigue en México. ¿Por qué no se ha ido?
Quizás porque su esposa y expresidenta, Martha, prefiera estar al lado de sus vástagos, acusados de enriquecimiento ilícito durante el mandato presidencial de la pareja Fox-Sahagún, como gustaban llamarse, tal y como lo hace el nefasto asesino nicaragüense Ortega con su mujer, Rosalba. De todos los presidentes vivos, repito, sólo Fox permanece en México. Los demás han emigrado o han fallecido; el asesino Luis Echeverría murió sin pisar la cárcel. México como México.
De nuestros expresidentes radicados en España y un “poco” en Inglaterra e Irlanda —Salinas de Gortari—, tres fueron ungidos por el PRI y uno por el PAN. Movimiento Ciudadano, PRD y Morena no figuran en la lista. López Obrador es el único mandatario vivo ajeno al PAN o al PRI actual, aunque con fuerte raigambre priísta, que permanece en México. PRI: tres desmexicanizados; PAN: uno.
Cuatro expresidentes abandonaron su Tierra (con mayúscula). Ernesto Zedillo en Estados Unidos desde hace décadas y famoso por su frase, palabras más, palabras menos, “En México no hay lugar para los escépticos”. Carlos Salinas de Gortari, cuya astucia le permitió rascar en su árbol genealógico y encontrar en sus genes que es “un poco judío”. Debido a ese hallazgo —¿será veraz?— consiguió la ciudadanía española.
Después huyó Enrique Peña Nieto, de quien se dice, no tan soto voce, sino mil y una veces, que emigró gracias a un pacto en lo oscurito —vicio y realidad mexicana— con AMLO acerca del fin de su mandato, lo cual le permitiría vivir en España, tranquilo, con su expareja, la modelo TR quien hace poco lo abandonó. La paz para quien carece de autocrítica como Enrique sólo se rompe cuando en la calle algunos connacionales, al observarlo, le espetan: “cobarde”, “ladrón”, “traidor”.
El único panista, Felipe Calderón, destructor de su partido y responsable de la “guerra contra el narcotráfico”, huyó de México cuando su colega, amigo y empleado Genaro García Luna fue enjuiciado en Estados Unidos. Calderón lo sabe: su cola, larga, larguísima, tenía vínculos con García Luna, su secretario de Seguridad: por eso empacó y se fue.
Adujo haber sido invitado por el expresidente de España, José María Aznar, para laborar en el Instituto Atlántico de Gobierno, escuela que fundó el amigo de Bush y Blair —imposible olvidar la fotografía de Aznar al lado de los mencionados cuando formaron el trío de las Azores para lanzar un ultimátum contra Sadam Hussein (Irak)—. La pregunta es obvia: ¿Calderón es académico?, ¿publica textos en revistas indexadas, “serias”?, ¿lo hace Aznar? La respuesta rebasa la obviedad: No.
Nuestro cuarteto es nuestro. Viven fuera, pero son nuestros. Seis años dirigieron la Nación y ahora, salvo Zedillo que es maestro en Yale, el mentado trío, ¿hace algo?, ¿trabaja?, ¿son académicos?, ¿hablan en auditorios repletos de alumnos?, ¿escriben?, ¿visitan México?, ¿sus hijos/hijas viven en su Nación?
Interesante sería saber qué opinan los cuatro de los otros tres y el tercero de los cuatro. Deberían hacerlo. Nunca lo sabremos. Abandonaron su país y hasta donde sé no se apersonan en sus tierras. Tenemos el deshonor de ser la Nación con más expresidentes fuera de su país, a diferencia de Perú, donde hay tres encarcelados, uno aguarda juicio y otro se suicidó.
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