Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores: Resucitó la esperanza

Catón

Don Cornulio llegó a su casa antes de tiempo y encontró a su esposa en la recámara presa de inexplicable agitación. Le preguntó: “¿Estuvo por aquí mi compadre Forniciano? Me parece que huelo su loción”. “Vino a buscarte —respondió llena de nerviosismo la señora—. Pero como no estabas se fue”. “¡Pos ah qué mi compadre tan tarugo! —se burló don Cornulio—. ¡Mira! ¡Dejó los pies atrás de esa cortina!”… El papá de Pepito le dijo: “Realmente eres todo un hombre, hijo mío. De veras, se necesita ser muy macho para tener el valor de enseñar unas calificaciones como éstas”… El agente de la compañía de seguros le informó al ejecutivo: “Créame que lo siento, don Algón, pero, de veras, su seguro contra accidentes no cubre los gastos de embarazo y parto de su secretaria”… El vendedor hizo una llamada telefónica. Le preguntó al niño que contestó la llamada: “¿Está tu papá?”. Respondió el pequeño: “No”. Pidió el otro: “¿Podrías pasarle un recado de mi parte?”. “Sí” —dijo el niñito. Inquirió el vendedor: “¿Tienes papel y lápiz?”. “Voy a traerlos” —contestó el muchachillo. Cuando se puso de nuevo en el teléfono le indicó el que llamaba: “Dile a tu papá que le llamó el señor Arazterrigoitia”. “¿Cómo se escribe?” —preguntó el niño. Deletreó pacientemente, y con lentitud, el vendedor: “A-ere-a-zeta-te-e-doble ere-i-ge-o-i-te-i-a”. Se hizo un silencio y luego volvió a preguntar el pequeñín: “¿Cómo se escribe la A?”… El señor y la señora cumplieron 30 años de casados, y los celebraron con un viaje. A su regreso las amigas de la señora le preguntaron cómo le había ido en su segunda luna de miel. “Muy bien —respondió ella—. Pero hubo una pequeña diferencia en relación con la primera”. “¿Cuál?” —preguntaron las amigas llenas de curiosidad. Explicó la señora: “La primera vez yo estaba nerviosa y me tranquilizaba él. Ahora él estaba nervioso y tenía que tranquilizarlo yo”… Don Ramón Gómez de la Serna, escritor de España, inventó una galanura literaria: la greguería. Es una ingeniosidad ya profunda, ya superficial, que muestra en modo inédito una forma de la realidad, o la transforma para verla desde un punto de vista diferente. Yo supe de una greguería involuntaria creada, entiendo que en Monterrey, por una dama extranjera que no hablaba muy bien el español. En tiempos pasados se acostumbraba enviar a las casas, por medio de un criado o un empleado de la agencia funeraria, un pliego llamado “esquela” para dar a conocer el fallecimiento de alguna persona. Pues bien: aquella señora dijo que había recibido “una esqueleta”. He ahí una linda greguería. Muchos pensamos que la esperanza de vencer a Morena en la elección de 24 había muerto ya, y hasta creímos haber recibido la “esqueleta” por parte del Instituto Nacional Electoral. Nos equivocamos de medio a medio. El pesimismo suele equivocarse casi con tanta frecuencia como el optimismo. La irrupción de Xóchitl Gálvez en la contienda por la Presidencia ha hecho que de súbito la desolación de millones de mexicanos se haya cambiado en esperanza, y que la prepotente certidumbre de Morena y su caudillo sea hoy preocupación. Ahora sabemos que no estamos perdidos, y que el maximato de AMLO no es de ninguna manera cosa consumada. Tierra Santa ocupa un modesto segundo lugar en materia de resurrecciones. El primero corresponde a México, donde a cada rato vemos resurrecciones. En este caso, la de la esperanza… Pidió el encuestador: «Describa su vida sexual en dos palabras». Respondió el encuestado: «Soy casado»… El padre Arsilio estaba confesando a la madura señorita soltera que con sus escrúpulos de conciencia lo agobiaba de continuo. Le preguntó: «¿Y has logrado acabar con las tentaciones de la carne que te acometían, Celiberia?». «Sí, señor cura —responde la señorita—. Ya no sufro aquellas tentaciones». «¡Qué bueno! —se alegró el buen sacerdote—. Y ¿cómo lograste vencerlas?”. “Cediendo a ellas, padre” —contestó Celiberia bajando púdicamente la cabeza… Una chica le preguntó a otra: «¿Conoces a Ligeria, mi compañera de cuarto?». «Sí —respondió la otra—. La conozco». «Pues fíjate —dijo la primera en tono de confidencia—: ayer descubrí que practica el nudismo con su novio». «¿De veras? —exclamó la amiga, interesada—. ¿Pertenecen a un club de nudistas?». «No —explicó la muchacha—. Pero ayer entré de repente en el cuarto y los hallé hechos nudo»… FIN.

Los apoyos sociales

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

Fulcanelli escribió un libro que se llama «El misterio de las catedrales».
El título es sugestivo y acertado. En efecto, cada catedral tiene un misterio. Y no hablemos de las antiguas catedrales europeas: Notre Dame de Victor Hugo; Compostela de los peregrinos; Laón, en cuyas torres están, de piedra, los bueyes milagrosos que volando subieron a lo alto las pesadas cruces. También las catedrales mexicanas están llenas de misterios: la de Puebla fue construida por los ángeles; en la Metropolitana de la Ciudad de México hay una campana prisionera cargada de cadenas por haber dado muerte a un hombre; a la luz de la luna la de Durango proyecta la acabalada sombra de una monja.
En la catedral de Tampico me topé con otro misterio, el de su piso decorado con esvásticas. La cruz gamada, tristemente célebre como emblema del nazismo, aparece en el suelo, grabada en el granito.
¿Cuál es la causa de la presencia del odioso símbolo de Hitler en una catedral? Pude preguntar, pero no lo hice. Preferí traer conmigo uno más de los muchos misterios de las catedrales.
¡Hasta mañana!…

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