Luis Obregón Lozada
En el escenario político mexicano está ocurriendo algo extraordinario.
Hoy los dos frentes en pugna, tienen al mismo jefe de campaña. A sus corcholatas, las apoya de una forma y a la “aspiracionista” Xóchitl Gálvez de la contraria.
Para los suyos ya consiguió la complicidad o tibieza del INE. Además, les tapa sus errores, disimula su ineptitud y apoya contra viento y marea. Y como jefe de campaña del terremoto Xóchitl, usa la estrategia contraria, todos los días, se mofa de ella, le levanta falsos, la desprestigia y busca quemarla utilizando lo más ruin. Además, cuando fue candidato tiene una multitud de videos en los que se opone a lo que hace como Presidente.
Pero como es un mentiroso contumaz, cada día le hace el caldo más gordo, cosa que le agradecemos. Y así promueve simultáneamente a los candidatos de ambos frentes. Nada más que la campaña más efectiva es la que realiza por la candidata que él catapultó. Pero hay que ser precavido pues, el mal es astuto y mañoso, buscará hasta debajo de las uñas para encontrar algo para deformar y usarlo para tronarla. E irresponsablemente a esto está dedicado, en lugar de la Presidencia. Es un encuentro entre el bien y el mal.
En las campañas electorales actuales la lana pesa mucho, ocasionalmente es la razón del triunfo. Y mientras las corcholatas, cuentan con recursos en abundancia, (por eso tienen miles de espectaculares), Xóchitl no tiene. Por eso la sociedad tendrá que entrarle y será una campaña conjunta. Vamos a ver qué tanto ingenio tiene el pueblo. Tendrán que usar los “miniespectaculares” y otros medios propagandísticos más efectivos y baratos. Probablemente esta será la más barata de la historia y la más efectiva ya que se apalanca en la veracidad, transparencias e integridad de la candidata.
La estrategia de las corcholatas básicamente consistirá en ocultar y disimular sus yerros más graves, (los muertos del Metro pegan a dos corcholatas), y culpar a los neoliberales, conservadores, empresarios, religiosos y demás “monstruos”, de todos los males habidos y por haber. Así como mentir, para evitar que los beneficiarios de los programas sociales sepan que sus apoyos no son dádivas presidenciales, sino un derecho constitucional que nadie puede quitarles y que Xóchitl los quiere mejorar. Y a usar infinidad de trucos priístas. Y desde luego buscar la forma de quemar o perjudicar a Xóchitl con falsedades.
Del otro lado la campaña consistirá en difundir los desconocidos logros de Xóchitl, sobre todo con los pueblos indígenas, para que vean que su amor por los pobres no es estrategia demagógica, sino que obras son amores y no buenas razones. Propagar que, de ganar, no solamente no quitaría los programas sociales, sino que facilitaría su cobro y buscaría ampliarlos (medicinas, dentaduras, aparatos auditivos y otros para adultos mayores). Lograr que se entienda que, para recibir apoyos, alguien los tiene que producir, y que si no se corrige el rumbo, en unos años no habrá para repartir.
Convencer que la pobreza se puede superar. Ella es una prueba. Hacer creer que podemos construir un país en dónde podamos “aspiracionar” a más de dos camisitas, mejorando nuestra preparación para tener empleos mejor remunerados y dónde todos podamos mejorar nuestro nivel de vida. Ofrecer un gobierno con participación social para constituir un gobierno sensible, responsable, veraz, honesto, transparente, moral, eficiente, para mejorar en lo económico, educativo, cultural, legal, familiar y en otros aspectos. Y que Xóchitl tiene las cualidades y potenciales para lograrlo junto con todos.
Por primera vez podremos tener, con Xóchitl, un presidente con sólo dos compromisos: con la sociedad y consigo misma. No tiene un padrino, camarilla, partido, nada. Ella se forjó a sí misma, por su esfuerzo y capacidad está dónde está. La sociedad fue quien le pidió que fuera su candidata y ella dijo “si ustedes van yo voy” y va. Pero para esto debemos salir airosos de este duelo tremendo la sociedad contra un individuo sin límites morales y un poder enorme. Ya tenemos a la candidata bragada, falta la sociedad suficiente. No es una competencia es una guerra sucia electoral.
Ya palpamos, que la sociedad pesa, es cuestión de seguir para adelante. Y pedir al cielo que reaccionemos con la suficiente energía para vencer al enemigo maligno. Si la sociedad participa como debe, cosa que no es fácil, superará todas las perversas argucias del enemigo.
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