Marcela Gómez Zalce
El proceso electoral en México del 2024 es especialmente importante por varias razones además del ambiente hostil y de polarización construido todos los días en la conferencia mañanera.
Una de ellas es el papel que jugará el árbitro electoral que últimamente ha enviado señales que demuestran un sesgo a favor del partido en el poder que en nada ayudará a construir la confianza necesaria para el torbellino político social que será la elección presidencial.
Hoy el INE ha demostrado tibieza en el cumplimiento de las reglas alrededor de lo que son clarísimas precampañas para la elección de los que serán los abanderados de las diversas fuerzas políticas. En la desbocada sucesión presidencial el Presidente pone el (mal) ejemplo para influenciar en el colectivo moreno su decisión y en su ruta que asumió sería tersa y sin mayores sobresaltos, el Frente Amplio por México y la irrupción de Xóchitl Gálvez Ruiz al escenario resultaron ser un golpe a esa línea de flotación del control sucesorio.
En los pasillos del Palacio confundidos por el descontón de la “Sra. X” que, por lo menos al día de hoy mueve la tendencia del voto, se ha impulsado la estrategia como plan general a largo plazo, de minar su imagen de cara a una elección donde faltan varios meses y aún sorpresas en el tablero político. Nada está dicho todavía, pero lo cierto es que López Obrador muestra una faceta que ocupa y preocupa hasta los de casa. Nadie sale beneficiado de seguir tensando una cuerda que está propagando las perturbaciones presidenciales a lo largo de ella.
Difícil poder cambiar una tendencia de los estrepitosos fracasos de esta cuatroté en rubros sensibles para millones de mexicanos. La imparable ola de violencia que azota regiones enteras y el desastre en materia de salud son facturas que tienen hartos fondos en el banco del ánimo ciudadano.
No falta mucho para empezar a conocer con lujo de detalles cuáles serán las propuestas que deben sacar a México de la espiral de la descomposición social; la ruptura de las normas sociales que mantienen unida a la sociedad en esferas como la desigualdad económica, la pobreza, la corrupción imparable de los que presumen gobiernan diferente, los conflictos domésticos y la intrusión del terrorismo multiplican los factores de riesgo no nada más para la elección sino para la región.
Concentrados en golpear a la oposición y pavimentar el camino jurídico para anular la candidatura de Xóchitl Gálvez pierden de vista el bosque en llamas que alerta a actores internacionales que tienen intereses que son pilares para la seguridad hemisférica.
No bastan fotos y reuniones para paliar la profunda desconfianza que hay hacia el Gobierno de López Obrador.
La prioridad bilateral es la seguridad y la cooperación mutua transita con importantes fracturas en un contexto de precampañas electorales.
La destrucción institucional —arropada de la política de abrazos— es el mayor beneficio para las organizaciones delictivas que serán un factor determinante en el 2024 y que hoy, en medio de su franca evolución son la mayor amenaza para el sustancial cambio de paradigma que necesita México.
POR LA MIRILLA. “Ojalá que en México nunca pase lo que en Estados Unidos con la toma del Capitolio por parte de simpatizantes de Trump que no aceptaban la derrota en las urnas”: Ken Salazar, embajador de Estados Unidos.
Es decir, ¿te lo digo Morena, para que me entiendas INE?
Twitter: @GomezZalce
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