Juan Pablo Becerra-Acosta
Desgraciadamente, el porcentaje de la población en pobreza extrema permaneció prácticamente igual: representaba el 7% en 2018 y creció a 7.1% en 2022.
En 1983, después de que México sufrió las consecuencias de haber sido gobernado por José López Portillo, cinco de cada diez mexicanos eran pobres (53%). En 2018 —35 años más tarde—, al final del insolente priísmo de Enrique Peña Nieto, cuatro de cada diez mexicanos yacían en pobreza (41.9%). Enumeradas las cosas así, un mexicano menos en pobreza fue todo lo que lograron los proyectos sociales del prianismo.
Nada más.
Un cuarto de siglo y una década habían pasado y México apenas había disminuido once puntos porcentuales su pobreza (11.1). En seis sexenios (cuatro priístas y dos panistas), la pobreza descendió, en promedio, a un ritmo de 1.85 puntos por sexenio. ¡Un punto! Ni siquiera dos. Hay que decirlo claro: en su conjunto, desde los setentas para acá, todos los presidentes priistas y panistas fueron un rotundo desastre para combatir de forma eficiente la pobreza y la miseria.
Un fracaso.
Y a Andrés Manuel López Obrador, ¿también lo agregamos a la lista de presidentes fracasados? El jueves pasado, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) presentó los resultados de la medición de la pobreza a nivel nacional, con base en la información del Inegi. Veamos…
—Entre 2018 y 2022, el porcentaje de gente en situación de pobreza multidimensional pasó de 41.9% a 36.3%. Cinco puntos porcentuales menos (5.6). La población en pobreza pasó de 51.9 a 46.8 millones, una reducción considerable de cinco millones de personas (5.1). Nada mal para un periodo de cuatro años, más si tomamos en cuenta la severa crisis económica que provocó la pandemia.
—Desgraciadamente, el porcentaje de la población en pobreza extrema permaneció prácticamente igual: representaba el 7% en 2018 y creció a 7.1% en 2022. El número de personas miserables pasó de 8.7 a 9.1 millones entre 2018 y 2022, cuatrocientas mil más. En este rubro, mal el gobierno de la 4T, porque se trata de las personas más vulnerables.
—Entre 2018 y 2022, el porcentaje de la población con un ingreso inferior a la Línea de Pobreza por Ingresos (valor monetario de la canasta alimentaria más la canasta no alimentaria) pasó de 49.9% a 43.5%, es decir, descendió de 61.8 a 56.1 millones de personas. Muy bien, cinco millones menos (5.7).
—El porcentaje de la población con un ingreso inferior a la Línea de Pobreza Extrema por Ingresos (valor monetario de la canasta alimentaria) pasó de 14.0% a 12.1% (baja de menos de dos puntos, 1.9), lo que representó una disminución de 17.3 a 15.5 millones de personas que no tienen el ingreso suficiente para adquirir la canasta alimentaria. Para comer lo mínimo, pues. Fue un descenso de menos de dos millones de personas (1.8). Otra vez, la disminución fue menor entre los más vulnerables. Entre los más jodidos, para decirlo con claridad.
—El porcentaje de la población que presentó carencia por acceso a la alimentación “nutritiva y de calidad” también bajó: pasó de 22.2% a 18.2% (4.6 puntos menos), es decir, que descendió de 27.5 a 23.4 millones de personas, cuatro millones menos (4.1). Bien.
—Pero… por otro lado, hay una pésima noticia: el porcentaje de personas con carencia por acceso a los servicios de salud creció de forma alarmante: pasó del 16.2% al 39.1%, lo cual representa un incremento de casi 23 puntos porcentuales (22.9), y un alza de ¡treinta millones de personas (30.3)!, ya que en 2018 eran 20.1 millones en esa condición y en 2022 se contabilizaron a 50.4 millones de personas. El Gobierno Federal tiene que revisar y explicar a los ciudadanos qué demonios pasó en el sector salud, porque es inadmisible decir que “Coneval hizo mal las preguntas”.
En resumen, en el combate directo a la pobreza y la miseria durante los primeros cuatro años de AMLO, parece que su estrategia va bien, pero claramente necesita reforzar proyectos productivos para que más mexicanos paupérrimos salgan de esa condición.
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