Jorge Triana
Los libros de texto gratuitos de López Obrador, Luciano Concheiro, Marx Arriaga y su asesor castrochavista Sady Loaiza; serán impuestos ilegalmente y por la fuerza.
Desde mayo pasado, un juzgado federal otorgó una suspensión definitiva que ordena al Gobierno frenar la impresión o distribución de los libros de texto, hasta que se revisen plenamente los programas educativos, pero mañosamente, la autoridad no se da por enterada de la resolución. El Presidente, nuevamente desoye y reta al Poder Judicial.
El colmo, todo lo relacionado al proceso de diseño y elaboración del contenido de los libros, ha sido reservado por el Gobierno hasta por cinco años. Más opacos, imposible.
En apego a la ley, los libros de texto deben basarse en planes y programas de estudio que debieron ser sometidos a consulta con especialistas y con la sociedad, pero el propio Presidente ha reconocido que “todavía falta tiempo para la presentación de los planes de estudio”. De las consultas, mejor ni hablamos.
López Obrador se muestra nuevamente como un ‘demócrata de ocasión’.
Somete a consulta la cancelación de un aeropuerto que llevaba 70% de avance, la instalación de una cervecera que generarían decenas de miles de empleos, la conveniencia de llevar a juicio a los expresidentes… pero no consulta a la ciudadanía sobre un tema tan relevante como la educación de los niños y jóvenes.
No se consultó a los padres de familia, no se consultó a los maestros, muchos menos a los especialistas o los Gobiernos estatales.
Por algo será. Los libros del obradorato son facciosos, con tendencia a adoctrinar más que a enseñar, dan mayor importancia al creer que al saber. Son basura ideológica.
Los libros son erráticos, inconexos y confusos. No se trata sólo de errores de ortografía o de redacción, son errores de fondo. Dan por buenos planteamientos que no están científicamente probados, ahondan la polarización social, reescriben la historia para cuadrarla con la narrativa política del presidente, y normalizan la mediocridad.
Hasta la fecha de nacimiento de Benito Juárez, el héroe favorito del Presidente, es errónea.
En uno de los libros se narra la historia de cómo Gaby y su abuelita se enfermaron de Covid, y terminan dejando de lado el tratamiento médico para limitarse a tomar tés y remedios caseros. Esto no sólo es irresponsable, es criminal.
Los libros de texto reflejan una visión politizada y sesgada de la historia contemporánea. Por ejemplo, se aborda el tema del terremoto de 2017, pero sólo para lavarle la cara a Claudia Sheinbaum, resaltando que se disculpó y que ajustició a los verdaderos responsables de la muerte de los niños del Colegio Rebsamen.
El Presidente justifica los cambios en los libros de texto asegurando que pretende enseñar a los niños nuevos valores, y “que nada de que hay que triunfar y superarse”, eso del desarrollo individual no le gusta.
Llama la atención que no hay una defensa sólida del Gobierno para sus libros de texto, como siempre, su única defensa es el ataque. El director de materiales educativos de la SEP Marx Arriaga, publicó en sus redes, unas páginas de un viejo libro de texto de secundaria en el que se enseña a los niños la historia del PRI y se enaltecen sus ‘logros’. Entonces, como el PRI lo hacía, está bien que ahora lo haga morena; como el PRI usaba los libros de texto para adoctrinar, el obradorato, en lugar de corregirlos y enseñar una visión equilibrada de la historia, le dobla la apuesta al pasado.
La SEP, responsable de la estrategia de adoctrinamiento, busca convertir a niños y adolescentes en dóciles aprendices de la falaz narrativa de la ‘cuarta transformación’. López Obrador y los suyos, no sólo pretenden apoderarse de las instituciones, también quieren hacerse de las conciencias de las futuras generaciones.
La educación no debe ser un campo de batalla en el que se impongan visiones políticas o ideológicas, sino un espacio donde se enseñe a pensar críticamente y se promueva el conocimiento y la comprensión del mundo. La ciencia y la tecnología son fundamentales en este sentido, ya que son las que nos permiten comprender y transformar nuestro entorno, y son vitales para el desarrollo económico y social de un país.
El riesgo de reemplazar la enseñanza basada en la pluralidad y la ciencia por los caprichos ideológicos del Gobierno en turno, no es sólo es un retroceso en términos educativos, sino que representa una amenaza para la democracia y para el futuro de México.
Los libros de texto deben ser un espacio donde se fomenten la tolerancia, el respeto y el diálogo; no un vehículo para la imposición de una visión única, eso se llama: basura ideológica.
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