Jorge Zepeda Patterson
¿Qué propósito tuvo el mensaje de Marcelo Ebrard en vísperas del arranque de la recta final por la candidatura presidencial de Morena?
De entrada, un resumen de lo que dijo.
A) La ventaja de Morena es tal que en las próximas tres semanas, con la definición del abanderado de este partido, en la práctica se estará nominando al presidente de México para los siguientes seis años. B) Las encuestas de intención de voto dejan en claro que esa persona sólo puede ser Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard: “Claudia o Marcelo, Marcelo o Claudia”, insistió el excanciller.
C) Contra lo que se afirma, la competencia está mucho más reñida de lo que se ha difundido: eliminadas las casas encuestadoras sospechosas o de cuestionables resultados en el pasado, las restantes dan en la práctica un empate técnico (aunque no dio cuenta de las encuestadoras en las que apoyaba su dicho).
D) La mejor muestra de que se trata de una disputa mucho más reñida de lo que se cree, es la cantidad de abusos y violaciones que se están haciendo para favorecer a su rival. Refirió detalles: acarreo, uso de los recursos de la Ciudad de México, pago de encuestas falsas, campaña negra en su contra e incluso contra su familia, utilización de la Secretaría del Bienestar que maneja derrama de recursos para inducir voto en favor de Claudia, apoyo de funcionarios federales y estatales a esa candidata, parcialidad de la dirigencia de Morena por acción e inacción.
E) Exigir que, del 17 de agosto, día en que se elige las cuatro empresas encuestadoras que harán el levantamiento espejo para la selección de candidato, hasta el 3 de septiembre, la dirigencia de Morena actúe con absoluta parcialidad y los funcionarios públicos se abstengan de participar en el proceso.
Hasta aquí lo que sostuvo Marcelo Ebrard. Antes de interpretar sus implicaciones políticas habría que preguntarse la validez de sus planteamientos. ¿Es como él dice?
En lo sustancial sí, aunque habría que introducir matices importantes. Hasta hace un mes era cierto que la definición del candidato de Morena entrañaba prácticamente la definición del próximo presidente, pero muchos sostienen que el efecto Xóchitl Gálvez introduce una interrogante. Sigo pensando que es válida la afirmación de Marcelo, es decir, que el candidato de Morena ganará la Presidencia el verano próximo, pero ahora tendrá que ganárselo y no será un pase automático como parecía hace unas semanas.
Por lo que respecta al piso disparejo, punto D de mi listado, Marcelo tiene razón. Aunque no es fácil comprobar una actitud sesgada de parte de la dirección de Morena, resulta evidente la falta de aprecio mutuo entre el candidato y el presidente del partido, Mario Delgado, anteriores aliados hoy distanciados de mala manera. En reiteradas ocasiones, Ebrard se ha quejado del desdén que han merecido sus propuestas. Y también es cierto que funcionarios federales y estatales, empezando por colegas del gabinete y gobernadores de Morena, no han escondido sus simpatías hacia Claudia.
La segunda afirmación, sobre las encuestas, es más debatible. Tiene razón Marcelo cuando afirma que muchas de las empresas arrastran un historial de resultados cuestionables. El problema es la ventaja consistente que reportan en favor de Claudia la abrumadora mayoría de los sondeos, trátese de casas encuestadoras malas, buenas o regulares.
Ahora bien, ¿qué persigue Marcelo Ebrard con este mensaje? ¿Es un mero exhorto a la maquinaria oficial, tanto de Morena como del Gobierno, para dejar que sean encuestas imparciales las que decidan y así darse más posibilidades?, ¿constituye un aviso anticipado que, de no ser así, podría desconocer el resultado?, ¿prepara el terreno para tomar otras alternativas, considerando que tiene menos probabilidades de ganar la encuesta?
A mi juicio tiene que ver más con lo primero. Marcelo Ebrard entiende que aún tiene posibilidades reales. Con su mensaje pretende, a mi juicio, varios propósitos.
Por un lado, construir la narrativa de que aún es competitivo y la supuesta ventaja de Claudia es ficticia. Él sabe que por lo general las personas no gustan de escoger una opción destinada a perder. Hay ciudadanos que, sin haberla preferido de antemano, votarían por ella simplemente por creer que su victoria es hecho consumado. De allí la necesidad del excanciller de establecer la noción que existe aún un empate técnico.
La rueda de prensa un día anterior al sorteo en el que se definirá a las cuatro empresas que levantarán la encuesta espejo busca meter presión a Morena, para evitar favoritismos. Si bien es cierto que se trata de un sorteo, primero habrán de eliminar todas las encuestadoras con récord cuestionable, valoración que supone una dosis de subjetividad. Pero el punto es importante, porque si bien la mayoría de ellas han reportado la ventaja de Claudia, difieren sustancialmente en el tamaño de esa ventaja. Ebrard estaría intentando reducir la probabilidad de que entren las más adversas a su causa.
Algunos verán en la dura denuncia que hizo sobre la “cargada” oficial en favor de Claudia, un aviso para curarse en salud y justificar lo que posteriormente sería una escisión y la búsqueda de la Presidencia por otras vías. No me lo parece. El objetivo esencial es, más bien, poner a Morena a la defensiva, mostrar que el reconocimiento de su derrota estará condicionado a la limpieza del proceso final.
Y lo hace así porque, insisto, él asume que todavía está en condiciones de ganar la encuesta interna, a condición de que los márgenes de subjetividad no operen en su contra. Por ejemplo, en la definición última de las otras preguntas y la valoración que reciban, en la selección de la muestra y la manera en que se distribuya en el territorio o en la metodología de la encuesta madre que aplicará Morena.
Ahora bien, después del proceso, solo Marcelo Ebrard sabe lo que posteriormente haría, en caso de ser derrotado. Pero nunca me ha parecido un político suicida ni un hombre de arrebatos absurdos. Como segundo lugar en el proceso interno tendría asegurada la coordinación de los senadores durante el próximo sexenio, de acuerdo a la promesa de López Obrador y de Morena.
Se trata del segundo puesto político más importante en el país y plataforma para construir una candidatura para el 2030, a la que llegaría a los 70 años. Algo que no va a dilapidar para lanzarse a una competencia peregrina, como tercera opción. Podría no confiar en que Claudia Sheinbaum respete los acuerdos una vez llegada a la Presidencia, pero tendría que asumir que el propio López Obrador sería el valedor de los mismos. Salvo que tampoco confíe en esto último. Pero eso sería otra historia.
@jorgezepedap
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