Enrique Pastor Cruz Carranza
Estábamos en plena campaña y en las reuniones diarias en la “Casa Blanca”, residencia de Carlos Sansores Pérez convertida en búnker de estrategias para posicionar a la candidata externa del Partido de la Revolución Democrática, Layda Sansores, donde se discutían las posibles jugarretas con el aval del líder nacional de ese partido, Andrés Manuel López Obrador, las bajas artes de Porfirio Muñoz Ledo y el inexplicable apoyo de Heberto Castillo a la hija del más importante ícono del régimen trasnochado de Luis Echeverría Álvarez.
En presencia del delegado especial Francisco Kuri Pérez, la secretaria general y senadora Amalia García —enviada para evaluar el curso de la campaña—, y el novio oficial de la candidata Romeo Ruiz, se analizaban supuestas encuestas, el comportamiento de los medios locales y nacionales, y las acciones que desde el Gobierno Federal, el presidente Ernesto Zedillo, por conducto de Emilio Chuayffet y su secretario particular Liébano Sáenz, podría estar aplicando a favor de Antonio González Curi, candidato del PRI a la gubernatura.
Todos sabíamos que, por más votos que se pudieran lograr, la elección de Layda nunca sería favorable por su pugna personal contra Ernesto Zedillo y la frustración de haber enterrado con el crimen de Luis Donaldo su inminente candidatura con el tricolor, las gestiones directas con Carlos Salinas y el malogrado sonorense.
Carlos Sansores nunca aprobó la candidatura externa, y fue un golpe directo a su mando patriarcal verse abrumado en una presión familiar para volver a complacer un capricho infernal más de la insolente y majadera descendiente.
En esa lluviosa tarde varias fueron las propuestas para tratar de ganar mayor relevancia local, nacional e internacional para hacer de Laydita un fenómeno de gallardía, dignidad, decencia y vocación democrática, muy lejos de la realidad y con genética de ser simplemente la hija del Cacique Negro más abominable, corrupto y saqueador que había vivido esta tropical entidad.
Prevista como una “lluvia de ideas”, la reunión terminó convertida en una diarrea mental de los más absurdos planteamientos, y cuando, por simple sentido común, se desechaban todas las orates propuestas, la opción directa de Layda y Romeo a la enviada por AMLO dejaría casi paralizados a los presentes.
Después de un silencio que pareció una eternidad, la enviada pidió se repitiera la propuesta, pues no parecía creer lo que había escuchado.
Enfundada en su vestido amarillo y sus pañoletas del mismo estridente color, Layda Sansores, y su Romeo apoyando muy emocionado, repitió sin rubores:
“A esta campaña le urge un mártir para poder tenerlo de bandera y acusar a los priístas de asesinos de la democracia”, y sin el mínimo remordimiento continuaría: “De preferencia deberá ser una mujer o un militante del PRD, para que sea un símbolo nacional y podamos arrinconar a Zedillo, su partido y Gobierno. Eso nos pondrá en mejor condición de negociar el proceso”.
El silencio fue roto con la respuesta contundente de la secretaria general del PRD:
“De ninguna manera podremos permitir un militante más sacrificado o asesinado para las mezquindades políticas. Ya perdimos muchos hombres y mujeres valientes en las elecciones y esa no será nuestra aportación a tu campaña senadora…”.
“Pero si consideras necesario un muerto para darle fuerza a tu proyecto, ve pensando quién de tu familia será el candidato idóneo para ese mártir de la democracia. De nuestras filas no lo permitiremos”.
La reunión terminó y tiempo después, durante el movimiento de chantaje-resistencia (antes que Ortega Bernés diera las coordenadas del Centro de Espionaje por despecho a no ser nombrado secretario de Gobierno), en un enfrentamiento se pretendió hacer víctima mortal a un menor, el cual Layda Sansores bajo amenazas y sobornos a la madre destrozada pero con dignidad indomable, quiso tener a una vida inocente que falleció por otras causas, a su mártir para la democracia.
¿Sigue vigente la fórmula de chantaje nacional de herencia caciquil, y ahora los dardos envenenados van hasta las frías paredes del Palacio Nacional y Morena por no ceder a los chantajes y caprichos de la hija del Cacique Negro?
Ya se tiene al candidato familiar para gritar con histeria que, de nuevo quieren asesinar la democracia para robar sin recato, como han sido estos sus nefastos dos años de Gobierno de la consentida apologista del toletero de Tepetitán.
¡Al ladrón y los asesinos! ¿Mientras huyen como los corsarios y piratas traídos con blindaje de Claudia Sheinbaum, después de saquear la Alcaldía Álvaro Obregón en la CdMx?
Los miserables sin escrúpulos nunca dejaran de serlo.
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