Jorge Zepeda Patterson
Cuando todo parecía enfilado a la coronación de Xóchitl Gálvez como abanderada de la oposición y renovada esperanza de sacar al obradorismo de Palacio Nacional, les surgió una amenaza del flanco más inesperado. Los analistas hicieron números, valoraron estrategias electorales, examinaron perfiles y llegaron a una alarmante conclusión. La candidata del PRI, Beatriz Paredes, podía arrebatarle el triunfo a la nueva estrella de la oposición.
Tal conclusión abría la posibilidad de una verdadera catástrofe; daría al traste con la ambiciosa campaña que habría de ponerse en marcha durante los siguientes nueve meses, a partir del perfil desenfadado y originalmente humilde de Xóchitl, para generar una candidatura victoriosa.
Un triunfo de Beatriz Paredes, en cambio, sepultaría esas esperanzas en definitiva: por más que ella no cargue con el descrédito de la mayoría de sus correligionarios, pertenece al PRI e inevitablemente evoca la deteriorada imagen, por no hablar de que su larga trayectoria remite al pasado, no al futuro. En suma, una derrota segura en la elección presidencial del próximo año.
¿Cómo era posible que en sus horas más bajas, tanto en términos de reputación como de peso en la intención de voto, el PRI estuviera en condiciones de ganar al PAN? Después de todo el PAN es con mucho la fuerza política más importante del Frente Amplio, que agrupa a los partidos empeñados en generar una candidatura única en contra de Morena (PAN, PRI y PRD).
Se suponía que Xóchitl era una candidata más popular que cualquiera de los contrincantes en la oposición y se entendía que el PAN llevaría mano en la candidatura a la Presidencia (el PRI había gozado de ese privilegio en la elección del Estado de México). ¿Qué sucedió? ¿Chamaqueó el PRI al PAN en la definición de las reglas de competencia? ¿Sobre estimaron la fuerza de Xóchitl y descuidaron el mecanismo de selección?
Probablemente un poco de ambas. Veamos primero por qué, pese a todos sus negativos, Beatriz Paredes tendría posibilidades de ganar gracias al confuso y parchado proceso diseñado por el Frente Amplio. El 50% de la decisión saldrá de una encuesta a población abierta y allí reside parte del problema. Suena muy bien consultar a todos los ciudadanos, es lo que hizo Morena y parecería que el Frente no quizo ser menos. Pero lo cierto es que por mera probabilidad la mitad de los encuestados serán simpatizantes de López Obrador.
Muchos de ellos se sentirán más afines a Paredes, sea por las empatías que existen con algunas banderas del PRI o simplemente para no votar a favor de quien el Presidente ha criticado tan insistentemente. En las mañaneras no han existido ataques a Paredes, pero abundan en contra de Xóchitl. Paradójicamente, el sistema de elección diseñado por el Frente para elegir a su candidato se convirtió en rehén parcial de los simpatizantes de su rival. La encuesta exploratoria que realizaron los organizadores arrojó un sorpresivo empate técnico entre Beatriz y Xóchitl en los cuestionarios levantados en domicilio, normalmente considerados los más confiables.
El otro 50% de la decisión saldrá de la votación en las urnas, esa sí, cerrada a los simpatizantes y militantes del Frente Amplio. ¿Pero cómo definirlos, considerando que los tres partidos tienen criterios tan distintos para definir a sus miembros? Sencillo: utilizar como padrón las firmas recabadas por todos los aspirantes a la candidatura. Es decir, un listado de casi dos millones de personas, aunque algunas habrían sido admitidas en condiciones por demás laxas, lo cual de entrada genera incertidumbres.
Pero aún más dudas arroja la jornada electoral programada para el domingo 3 de septiembre. Como el Frente Amplio no es el INE, los interesados en participar no tendrán una casilla en su propio barrio ni mucho menos. Hasta ahora hay poca información sobre la organización de este despliegue territorial, pero es obvio que habrá pocos centros de captura de voto, lo cual significa que muchos de los posibles votantes tendrán que hacer largos desplazamientos para tal propósito.
En otras palabras, sólo los muy interesados terminarán participando. Y aquí es donde reside el peligro para Xóchitl: el PRI y sus simpatizantes están mucho más versados en las tareas operativas que exige la movilización puntual del voto. Xóchitl podrá tener más simpatizantes entre las bases del Frente Amplio; pero la pregunta es cuántos de ellos dedicarán su domingo a acudir a un centro de votación y cuántos serán arrastrados por su rival..
Si a todo eso se añadía la presencia de Santiago Creel en la boleta, lo cual habría dividido el voto panista entre dos opciones, el resultado se volvía una ruleta rusa para Xóchitl Gálvez. De allí la necesidad de pedirle a Creel su renuncia. Debió ser doloroso para el abogado, que durante dos años había acariciado y prácticamente amarrado la candidatura presidencial por el PAN, antes de que el tsunami Xóchitl apareciera.
¿Qué cambia con la renuncia de Creel? Lo esencial es que concentrará el voto panista en Xóchitl, lo cual reduce el margen de riesgo frente a Beatriz Paredes. Pero aún no lo elimina, por las razones señaladas arriba.
En los próximos días habrá todo tipo de presiones sobre Alito Moreno, el dirigente del PRI, para que honre supuestos acuerdos no escritos y ceda la candidatura al PAN. Se tratará de convencer a Beatriz Paredes de que la única opción para vencer al candidato de López Obrador reside en Xóchitl, y pedirán un sacrificio en aras de la “candidatura útil”. Dudo que ambos cedan. No está en el ADN priísta renunciar a una posible ganancia así sea momentánea.
Lo que veremos estos días es a una Beatriz Paredes ejerciendo sus conocidas dotes oratorias y a una Xóchitl Gálvez tratando de minimizar el riesgo de algún desliz costoso. Sus menciones sobre la prohibición de micheladas para disminuir la inseguridad o cuestionar la jornada de ocho horas entre la población indígena del sureste, no ayudaron, ciertamente. Y no nos extrañe que en círculos oficialistas arrecien las descalificaciones en contra de Xóchitl, para influir en los muchos simpatizantes obradoristas que, inevitablemente, serán consultados en la encuesta.
Si la lógica se impone, Xóchitl Gálvez será candidata de la oposición dentro de 10 días. Pero en política nada está garantizado, sobre todo cuando se involucran errores de cálculo y de estrategia. Y mucho menos cuando interviene el PRI, ese espectro que tantas veces se ha dado por muerto y se las arregla para hacerse presente. (El País).
@jorgezepedap
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