Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores: Auxiliar al prójimo

Catón

“¿Me permites que te haga el amor, Chorlita?”. Esa petición le hizo Babalucas, esperanzado y anheloso, a la linda chica con la cual estaba. Respondió ella: “Otra pregunta estúpida como ésa y me saldré de la cama, me vestiré, saldré del cuarto y me iré del motel”… Lord Feebledick regresó a su finca rural después de haber participado en la cacería de la zorra. (En verdad era zorro el animal que los jinetes persiguieron, pues clarito se le oyó decir mientras corría: “Si llego a aquel arroyo antes que los perros ya me la pellizcaron”. Vulgar expresión ésa. En las fábulas de Esopo o Iriarte los zorros nunca la usan). El señor venía mohíno, pues su caballo, en vez de ir con los demás, se desvió para montar a la yegua de un labrador, y ni siquiera le dio tiempo a mi lord de desmontar. Aquello fue motivo de irrisión para los asistentes a la cacería. El campesino añadió el insulto a la ofensa, pues le exigió a lord Feebledick el pago de daños y perjuicios, porque la yegua, que estaba en los puros huesos por falta de alimento, quedó molida y derrengada después del acontecimiento. Mortificado llegó a su finca el caballero, dije, y al entrar en la alcoba vio a su esposa, lady Loosebloomers, en ilícito comercio de carnalidad con el reverendo Armwaver, vicario de Fudge Abbey. El pecaminoso trance era tanto más reprobable cuanto que tenía lugar en domingo, día que se ha de dedicar a devociones, no a refocilaciones. Tan solemne es ese día que cuando en Ithaca, Nueva York, se inventó en 1892 una sabrosa combinación de nieve de sabores con mermelada, crema y una cereza encima, y se le llamó Sunday, las protestas de los clérigos por usar el nombre del día del Señor para nombrar a un helado obligaron a quienes lo servían a llamarlo sundae, designación en uso hasta nuestros días. Es digno de eterna recordación el riquísimo sundae que en mi ciudad ofrecía la inolvidable Nevería Nakasima, benemérito establecimiento que figura entre los mejores recuerdos de mi infancia. Agradezco a esa familia saltillense, muy querida siempre, habernos dado tan precioso don. Pero advierto con alarma que la nostalgia me ha hecho apartarme del camino que seguía y me ha llevado a otros de más deleite pero menos relacionados con la historia que narraba. No halló Lord Feebledick a mano otro proyectil para lanzarlo al reverendo que un libro que tomó del estante. “Watch it! —le advirtió el predicador—. El libro que va usted a arrojarme es The Pilgrim’s Progress. Respete usted esa obra teológica”. Milord buscó apresuradamente alguna obra profana, pero no dio con ninguna. “Permítame ayudarle” —ofreció el pastor, quien consideraba deber de buen cristiano auxiliar al prójimo en apuros. Envuelto en una sábana salió del lecho y miró en los anaqueles. Halló una obra de un tal Marqués de Sade, pero dijo que la nobleza también merecía respeto, y la volvió a su lugar. Mientras lord Feebledick seguía buscando, y lady Loosebloomers, olvidada de ambos, bostezaba en el lecho, el vicario se vistió y salió con cierta premura de la habitación, pues era ya la hora del servicio y él procuraba siempre ser puntual. Fue entonces cuando el esposo se volvió hacia su consorte y le preguntó, severo. “¿Cómo explicas lo sucedido?”. Respondió milady: “Por la falta de variedad en los libros de tu biblioteca”… Susiflor iba a salir con el novio. Su madre le dio un frasquito de píldoras y le pidió que se tomara una. “Es para la respiración” —le dijo. Ella leyó el texto en el frasco y le indicó a la señora: “No son para la respiración, mamá. Son píldoras anticonceptivas”. “Precisamente —replicó ella—. Si tú te tomas una yo respiraré más tranquila”. FIN.


Luy: Ellos también opinan


Mirador: Historias de la creación del mundo

Armando Fuentes Aguirre

Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza.

Mejor imagen y mejor semejanza no pudo haber usado.

El hombre, sin embargo,  salió demasiado humano, y comió del fruto prohibido, pues siempre lo prohibido le ha gustado más que lo permitido.

Así, el Señor expulsó del paraíso al hombre y la mujer.

Fue entonces, según antiguas crónicas apócrifas, que Adán le dijo a Eva:

—Hagámonos ahora nosotros un dios a nuestra imagen y nuestra semejanza.

Ése es el dios a quien muchos hoy adoran; un dios más parecido al hombre que a Dios.

¡Hasta mañana!…

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