Ricardo Alexander Márquez (*)
¿Para qué engañarnos? El país sigue ardiendo en llamas. Es un fuego interminable que simplemente consume todo a su paso, pero no se extingue ni con la sangre derramada de 160 mil muertos, ni los casi 45 mil desaparecidos que se han acumulado en lo que va del Gobierno del presidente López Obrador.
Ya nada nos sorprende ni nos indigna. Ni la muerte de mujeres y niños. Ni los 90 homicidios diarios. Ni los feminicidios que se perpetúan todos los días.
Cuando fue la masacre de Bavispe de la familia LeBarón —si no es que mucho antes— se debió de haber encendido algo en nosotros para poner un alto a las funestas decisiones que se toman desde Palacio Nacional, pero no ocurrió. La situación se ha vuelto parte de nuestra normalidad.
Vivimos en una realidad donde el Presidente sale a mentir sin desenfado por su Quinto Informe de Gobierno, y se le olvida que hace apenas un par de semanas cinco amigos —completamente inocentes y ajenos al mundo del crimen organizado— fueron secuestrados en Lagos de Moreno, Jalisco, y grabados mientras eran obligados a asesinarse entre ellos.
Sí, se trata de esa misma sociedad donde los productores de limón de Michoacán son extorsionados, a la vista —con la venia— de la Guardia Nacional, por el crimen organizado y tienen que pagar derecho de piso para poder sacar su producción.
Es el México en el cual ocurrieron 150 masacres entre enero y abril de este año. Donde diariamente circulan videos de camionetas llenas de sicarios que van a “levantar” a quien se cruce en su camino. Parece que somos un pueblo dejado a su suerte y cuya fuente de esperanza es continuar recibiendo apoyos directos del Gobierno.
Es el país donde el presidente López Obrador y Alfonso Durazo, quien fuera su secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, prometieron disminuir en tres años a la mitad los índices de homicidios, pero en la víspera del ocaso del sexenio, sabemos que claudicaron a su función y, en su lugar, vemos a funcionarios —como Norma Otilia Hernández, alcaldesa de Chilpancingo— compartiendo mesa con miembros del crimen organizado.
Basta escuchar las noticias —todos los días— para conocer que algún empresario, juez o periodista acaban de ser asesinados. No se puede viajar por las carreteras y prácticamente tampoco salir a los parques con nuestras familias.
Y mientras todo esto ocurre, el Mandatario, que claramente tiene una desconexión con la realidad, sale a criticar al presupuesto del Poder Judicial por su guerra personal con algunos ministros de la Corte. A hablar de sus proyectos plagados de opacidad y corrupción.
Señor Presidente, entiéndalo bien, no tiene nada qué festejar. Está al mando de un país que se está quemando mientras usted simplemente recita sus falsas proezas. Un México sin Estado de Derecho, en el cual el crimen organizado controla grandes extensiones del territorio nacional.
Esa es su herencia para el país y para los mexicanos que juró proteger. Y, aunque sus rémoras le digan lo contrario, así lo juzgará la historia.
*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y Profesor en la Universidad Panamericana.
X: @ralexandermp
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