Ernesto Castillo Rosado
“En este país las brutalidades se opacan cada 24 horas”, sentenció el analista Julio Patán en una de sus recientes columnas editoriales.
Literalmente, cada día vemos algo nuevo en las noticias, algo igual o incluso peor que lo que vimos el día anterior. Una tragedia tras otra pero que lamentablemente ya no nos sorprende. Hemos normalizado la barbarie.
Se ha cumplido ya un mes de la desaparición de los cinco jóvenes estudiantes en Lagos de Moreno, Jalisco. Un desgarrador video difundido en redes sociales conmocionó a todos por la gravedad del caso. Al día de hoy, nada se sabe de ellos.
Ya casi ni se habla de este trágico suceso, que se ha ido diluyendo entre otras noticias igual de impactantes durante este mes transcurrido. Tan solo una semana después de esta noticia fueron encontrados cuerpos congelados y desmembrados de al menos 10 personas dentro de refrigeradores en dos casas de seguridad en Poza Rica, Veracruz.
A los pocos días de esto, un comando armado “levantó” a siete jóvenes en un centro de rehabilitación en Acapulco, Guerrero. Casi dos horas tardaron los criminales en el operativo y la policía nunca llegó. Al día de hoy, tampoco se sabe nada de su paradero.
Recientemente, las autoridades de la misma ciudad reportaron que, en tan sólo 96 horas, se habían encontrado restos humanos esparcidos en la vía pública que pertenecen al menos a nueve personas. Estamos hablando de cuerpos descuartizados y arrojados a la calle en plena luz del día.
Y así, podríamos seguir haciendo un recuento de los casos a lo largo y ancho del país. Desde que se cambiaron los balazos por los abrazos, las tragedias son cosas de todos los días. Tragedias que de haber ocurrido en otro sexenio se hubieran convertido automáticamente en bandera política de Morena.
Nadie como Morena para hacer necroproselitismo. Andrés Manuel y los suyos han lucrado electoralmente con la muerte en este país. Han utilizado descaradamente a los muertos para sacar raja política. Han capitalizado las muertes convirtiéndolas en votos.
Históricamente, el 68 y el “halconazo” han sido las banderas de la izquierda tradicional, en este sentido. Podríamos agregar más recientemente la matanza de indígenas en Acteal de 1997. Hasta la fecha, siguen utilizándolas como propaganda política.
Más en la actualidad, la izquierda —si así se le puede llamar a lo que sea Morena ahora—, aprovechó hasta el cansancio la tragedia en la guardería ABC y ni qué decir de Ayotzinapa. Tanto hicieron campaña con los 43 estudiantes desaparecidos que hasta López Obrador se comprometió a encontrarlos cuando fue candidato.
Y como prometer no empobrece, también hizo el compromiso de recuperar los cuerpos de los mineros muertos en Pasta de Conchos, aún sabiendo, que era técnicamente imposible hacerlo.
Ahora las cosas han cambiando y Morena no puede hacer ya más necroproselitismo. Las muertes ya no son una buena noticia. Ahora cada 26 septiembre, en vez de exigir justicia por “los 43”, los morenistas tienen que ingeniárselas para inventar un nuevo pretexto para justificar el no haberlos encontrado todavía.
Habría que preguntarle a Epigmenio Ibarra y a Jesús Ramírez cuáles son los criterios que se necesitan para poder hacer un pase de lista como en el caso Ayotzinapa. ¿Depende del número de víctimas?, ¿depende de la forma de hacerlo?, o ¿únicamente depende del partido político que esté en el Gobierno?
Hoy, que estamos ante la elección más importante de todas, la oposición tiene que hacer lo mismo. Aunque suene cruel y deshumanizado, tiene que hacer lo mismo que ha hecho Morena durante tanto tiempo y con tan buenos resultados cuando no eran Gobierno.
Con la gran diferencia que ahora no se lucraría con los muertos en sí, sino que se prometería simplemente hacer justicia, como en el caso específico de la línea 12 del Metro. Prometer lo que sí es posible, ¡hacer que los responsables paguen!
Por eso, la primera promesa de campaña del candidato de la oposición en la Ciudad de México tendría que ser meter a Claudia Sheinbaum a la cárcel. ¡Así de claro y así de sencillo!
La falta de mantenimiento fue la causa de la tragedia. No había dinero para mantenimiento del Metro porque todo se utilizaba para su campaña presidencial.
Hay que decirlo de frente y sin titubeos, que se le meterá a la cárcel por su responsabilidad en esta tragedia, y por lo que hemos visto, Sandra Cuevas tiene el carácter para hacerlo. ¿Hasta cuándo vamos a entender que tenemos que jugar el mismo juego de ellos cuando es necesario?
@ECR1978
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