Ernesto Castillo Rosado
Todos recordamos, en el ya muy lejano 2016, aquel tuit de la aguerrida Citlalli Hernández asegurando que “si Morena ya gobernara, la gasolina costaría máximo 10 pesos el litro”.
Esta ocurrencia no fue producto de su ingenio, sino que fue tomada literalmente de un discurso del propio López Obrador pronunciado el 20 de noviembre de ese mismo año, cuando el litro de gasolina estaba a 16 pesos aproximadamente.
También recordamos aquel spot del tabasqueño parado a lado de una bomba despachadora vociferando que la gasolina en nuestro país estaba cara por culpa de la corrupción. Incluso se atrevió a decir que ni el mismísimo “Chapo” tenía un negociazo como el que representa el de la gasolina para los políticos en el poder.
Sin reparar en la viabilidad financiera de esta promesa de campaña, la gente creyó que sí era posible y que únicamente bastaba con la decisión del Presidente para que bajara el precio. ¡La gasolina es cara porque los del PRI se robaban el dinero!
Las redes sociales hicieron lo suyo y esta propuesta caló profundamente en los ciudadanos. La gasolina iba a estar más barata si ganaba el Peje. Lo demás es historia, el tiempo se encargó de confirmar lo que ya sabíamos. Hoy, la gasolina cuesta alrededor de 23 pesos el litro.
Han pasado siete años de aquello, y todavía, seguimos sin entender que las reglas del juego han cambiado. Seguimos sin entender, que a pesar de las mentiras y más mentiras, la gente sigue creyendo en el Presidente. Ya cada vez en menor medida que antes pero sigue siendo popular, y esta popularidad, se traslada casi en automático a Morena.
Seguimos sin entender que cada vez hay menos cabida para la racionalidad. La “chairización” de la política y la “digitalización” de la política han cambiado todo.
Contra el fanatismo de los morenistas y el poder de las redes sociales, lo lógico no aplica. Lo emocional está por encima de lo racional, y nadie como Morena para sacar provecho del humor social de la gente.
Como por ahora no se pueden contrarrestar estos dos fenómenos, hay que adaptarnos, y al parecer, el PRD entendió esta nueva dinámica.
En agosto del 2022, cuando el precio del kilo de tortilla rondaba los 27 pesos en algunos Estados, el diputado Luis Espinoza Cházaro propuso subsidiar el precio de este alimento básico para que costara solamente 10 pesos.
En conferencia de prensa, el legislador perredista mencionó que le costaría al Gobierno aproximadamente 70 mil millones de pesos el subsidiar un kilo de tortilla diario a cada familia mexicana.
Según Espinoza Cházaro, se podría beneficiar directamente a 38 millones de mexicanos.
Y para poner en contexto el monto de este subsidio argumentó que esa cantidad apenas representaría la quinta parte de lo que cuesta el Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles”, la cuarta parte de lo que cuesta Dos Bocas, y menos de la mitad de lo que cuesta el Tren Maya.
Hoy, a un año después, habría que actualizar estos cálculos debido a los sobrecostos recientemente anunciados por el propio Gobierno. El subsidio a la tortilla representaría mucho menos ahora en relación a las obras faraónicas inservibles e inconclusas.
En aquel momento la noticia pasó desapercibida. Pareció más bien que se trataba de una ocurrencia estilo las de Morena. Un disparate pues.
Llegó el momento de retomarla seriamente y usarla como una de las principales promesas de campaña. Se trata de una propuesta que impactaría directamente en los bolsillos de los mexicanos. Todos los días, literalmente, la gente verá su beneficio en sus mesas.
Imagínese lo que significaría decirle hoy a la gente que se va a cerrar al público el Aeropuerto “Felipe Ángeles” (para cedérselo a los militares), y que el recurso que se gasta para mantenerlo en operación se destinará a subsidiar el precio de la tortilla para que cueste 10 pesos el kilo. ¿Qué creen ustedes que preferirían los mexicanos?
Imagínese decirle hoy a la gente que se va a vender la refinería de Dos Bocas porque no es negocio, y que el dinero que se malgasta ahí se usará para subsidiar el precio de la tortilla y pueda costar 10 pesos el kilo.
O preguntarle a la gente hoy qué prefiere, si seguir construyendo el Tren Maya o utilizar ese dinero para subsidiar la tortilla para que cueste sólo 10 pesos el kilo.
No hay mucho que pensar. No todos los mexicanos usan el AIFA, no todos los mexicanos van a subirse al Tren Maya, no todos los mexicanos van a utilizar el tren transístmico, pero sí en cambio, todos los mexicanos comemos tortillas.
Xóchitl, si dices que el kilo de tortilla costará 10 pesos desde el primer día de tu Gobierno, ¡vas a ser Presidenta de México!
@ECR1978
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