Catón
Después de más de 30 años de matrimonio don Vileto le salió a su esposa con la novedad de que iba a divorciarse de ella. “¡Pero, Vile! —se consternó la señora—. ¡Al pie del altar juraste que estarías conmigo hasta que la muerte nos separara!”. “Es cierto —admitió el casquivano marido—. Lo que pasa es que el promedio de vida ha aumentado mucho”… La arquitectura es música congelada. No recuerdo quién dijo eso, y no gastaré tiempo en averiguarlo, pues voy a ir a comer con mis nietos y no es cosa de hacerlos esperar mientras investigo paternidades de fraseología. Digamos provisionalmente que la expresión pertenece a Frank Lloyd Wright, a quien un juez, al tomarle declaración en un proceso, le pidió que se identificara. Dijo él: “Soy Frank Lloyd Wright, el mejor arquitecto del mundo”. Un amigo le afeó luego esa respuesta. “Sonaste muy presuntuoso” —le indicó. “¿Y qué querías que hiciera? —se defendió el célebre creador—. Había jurado decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”. Muchas y muy bellas obras de arquitectura posee la ciudad de Monterrey. A mí en lo particular me encantan dos. Construidas hace décadas, parecen hechas hoy. La primera es el templo de la Purísima, en el barrio tradicional del mismo nombre. La segunda es el cine Río 70. En esta sala, audazmente cupular, vi en una misma tarde dos filmes memorables. El primero es “Verano del 42”, de Robert Mulligan, con Jennifer O’Neil y Gary Grimes, un hermoso ejercicio de nostalgia: un canto a la vida con sus comedias y sus dramas. Si alguno de mis cuatro lectores no ha visto esa película le recomiendo que la busque. Le esperan muchas sonrisas, y quizá algunas lágrimas. Complementaba el programa una especie de documento fílmico, visión futurista de una guerra atómica total que traería consigo el fin del mundo. Termina esa película mostrando un planeta desierto en el cual no se ve ningún signo de vida. Se acerca la cámara al arenoso suelo, y de pronto se ve en él un leve movimiento como de algo que pugna por salir. Se abre la tierra y aparece una cucaracha, única criatura que ha sobrevivido al holocausto universal. Los insectos, en efecto, son criaturas poderosas. Lo supo Maurice Maeterlinck, dramaturgo, poeta y naturalista, Premio Nobel de Literatura (1911), quien en tres maravillosos libros nos hizo conocer la vida de las hormigas, las abejas y termitas; los misterios que sus viviendas guardan; sus ímprobos trabajos para perpetuar la especie y su fuerza, enorme si se le compara con las debilidades y fragilidad del hombre. Hablo de esto a propósito de la reciente e insólita proliferación de insectos en nuestro hábitat. El problema de las chinches en las instalaciones de la UNAM no es único: los españoles se quejan de una invasión de ese insecto, proveniente de Francia. Algunas ciudades nuestras sufren la amenaza, que puede llegar a ser mortal, de las garrapatas. A mediados del pasado siglo el gran poeta Marcelino Dávalos —”Águilas y estrellas”— fue asediado cierta noche por una inmisericorde flotilla aérea de mosquitos zumbadores que le quitaron el sueño y lo dejaron todo picoteado. Se vengó de ellos escribiendo al día siguiente una cuarteta lapidaria dedicada al zancudo: “Haz como piojos o chinches, / que tienen educación. / Pícame hasta que te hinches, / ¡pero no chifles, cabrón!”. Es necesario que las autoridades sanitarias pongan atención a este problema de insectos perniciosos, pues constituyen una amenaza real para la salud de las personas. Bastantes plagas padecemos ya en nuestra vida pública como para sufrir otras en nuestras partes privadas. FIN.
Manganitas
AFA
“…Excesiva propaganda de Claudia Sheinbaum…”.
Sus anuncios veo yo
aquí y en todo lugar.
Ganas dan de preguntar:
“Dinos, Claudia: ¿quién pompó?”.
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
La noche del pasado jueves, en compañía de nuevos y buenos amigos, recordamos en las bellas instalaciones de las Termas de San Joaquín, en Paredón, Coahuila —gracias, Javier Arteaga—, al Filósofo de Güémez, entrañable personaje del folclor tamaulipeco.
Se le considera maestro de lo obvio. Ramón Durón, a quien tanto debe la cultura popular de Tamaulipas, dio a conocer hace años algunas de las simpáticas perogrulladas del Filósofo:
“Lo que de aquí p’allá es p’arriba, de allá p’acá es p’abajo”.
“Árbol que crece torcido, no le pusieron palito”.
“Si dos perros persiguen a una liebre, y el de adelante no la alcanza, el de atrás menos”.
“Primero es el uno, y luego el dos. Pero en el 21 se chingó el uno”.
Sin embargo, el Filósofo de Güémez tiene una frase que explica con meridiana claridad la situación en que nos vemos hoy por hoy los mexicanos. Dice así esa frase:
“Estamos como estamos porque somos como somos”.
¿Verdad que esa sentencia no admite apelación?
¡Hasta mañana!…
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