Enrique Pastor Cruz Carranza
Es triste ver el grado tan decadente que la investidura de la gobernadora —Layda Sansores— del magnífico Estado de Campeche ha llevado, para hacernos sentir profundamente abochornados de ver nuestro gentilicio convertido en letrina.
En nuestra historia, grandes campechanos como el maestro Justo Sierra Méndez, el nativo de Hopelchén, don Manuel Crescencio Rejón; la gran María Lavalle Urbina, el poeta y cuentista Juan de la Cabada, Jorge Carpizo MacGregor, trasvestis que han hecho escuela como Francis y muchos nombres más, son referencias para aludir nuestra genialidad y talento.
Usted señora gobernadora, la ha convertido en materia fecal con sus arrebatos de inestabilidad, estridencias, tempestades de cortos circuitos mentales, crisis emotivas, indiscutiblemente patológica, y la ilimitada perversidad de quien sin escrúpulos, hace honores al dicho:
“Los miserables buscarán otros más miserables para sentirse bien”, y sin un ápice de piedad la califica de ser “una gobernadora extraordinaria”, para cumplir consignas en su putrefacta escala de atrofias.
Créanlo ciudadanos del mundo, la conducta demencial de la mandataria estatal dista mucho de encajar y menos de representar lo que somos los habitantes de Campeche.
Si bien la cronología nos señala como víctimas de corsarios y piratas, hoy estamos secuestrados por el grupo-cártel Morena, que desplegó gran ratería en la Alcaldía de Álvaro Obregón, y por cómplice protección de la corcholata científica Claudia Sheinbaum y AMLO en una especie de “operativo cucarachas blindadas”, replica sus acciones criminales en nuestra contra desde hace dos años, con botín cercano a los 50 mil millones de pesos y anexos.
Dentro de la jocosidad que difunde el consorcio Fuerza Informativa Azteca con sus peluches para seguir las confrontaciones dignas de arrabal, la tragedia en Campeche es sinónimo de creciente inseguridad, con crímenes y ejecuciones casi a diario, abandono total en el combate al dengue, ratería sin precedentes de petróleo y huachicol para regalarlo a Cuba mientras Pemex es nido de ladrones encabezados por Octavio Romero Oropeza y la mafia petrolera del futuro “padrino” Andy López y su tía Guadalupe Obrador.
Un simple acto —insistimos— de piedad, humanidad y caridad sería proporcionarle atención profesional clínica-mental, para frenar lo que varias veces muy mortificado me manifestaba su señor padre don Carlos Sansores cuando en 1997 me decía (consultar mi libro La hija del Cacique Negro): “Laydita —esta niña— no está bien de la cabeza”.
Reiteramos un S.O.S., para auxiliarla con calidad de urgencia, aplicarle las medidas humanas mínimas necesarias para su inmediata separación del cargo por evidente incapacidad, inmoralidad, corrupción y desconexión de la realidad; y procurarle tratamientos científicos e hipnóticos, incluso santerías, ritos, misas negras y conjuros necesarios.
Lo anterior porque —a pesar de sus actos— debemos tener piedad por ella, aunque no se lo merezca, y rescatar de esa fosa séptica donde ha puesto a Campeche con sus atrofiados alerlequines de la “jaula de las bestias locas” todos sus martes.
¡Basta de ser la burla nacional e internacional por una figura que no nos representa ni tiene la categoría de las hermosas y dignas mujeres campechanas de verdad!
Vamos a devolvernos la dignidad y respeto para nosotros mismos.
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