Ernesto Castillo Rosado
A principios de octubre, López Obrador anunció con bombo y platillo el reinicio de operaciones de Mexicana de Aviación. Ya estaba todo listo para que la aerolínea despegase nuevamente, que hasta empezaron a vender boletos a precios risiblemente baratos a través de su página de internet.
Pero la “Aerolínea del Estado Mexicano”, que supuestamente comenzaría a prestar sus servicios a partir de diciembre, al parecer no contaba con el permiso necesario para poder operar. Un permiso, que dicho sea de paso, es otorgado por el mismo Gobierno. El chiste se cuenta solo.
Ante este pequeño inconveniente tuvieron que suspender la venta de boletos para las 20 rutas ofertadas en su sitio web. Total, si ya esperaron 13 años, qué más dan unos meses más. En fin, la 4T haciendo las cosas a la 4T.
Independientemente de esto, la noticia del regreso de Mexicana debería tratarse de algo bueno, de no ser que estamos hablando de una empresa que ha sido rescatada por el Estado, y que será subsidiada también por el Estado para que pueda mantenerse operando. Y por si esto no fuera suficiente, la aerolínea será administrada por la Secretaría de la Defensa Nacional. ¡Otro negociazo para los militares!
Mexicana se suma así a la lista de “empresas” creadas por mero capricho presidencial durante este sexenio. Para cuando termine esta Administración, el Gobierno ya será dueño de un banco, una gasera, un aeropuerto y, ahora también, de una aerolínea. ¡Ni en los ochentas!
La puesta en marcha de estas empresas estatales obedece meramente a una postura política e ideológica trasnochada, donde la viabilidad financiera y rentabilidad pasan a segundo término, con tal de hacerle justicia al pueblo.
Para Andrés Manuel, estas empresas “fachada” sólo le sirven para apuntalar su discurso de polarización. El daño patrimonial que le esté causando al Estado es lo de menos.
Según su raciocinio, los potentados se han aprovechado históricamente del pueblo. Por lo que ha llegado el momento de ponerles un alto cueste lo que le cueste al Estado, literalmente.
Como buen analfabeta selectivo, López Obrador no entiende, —ni ha querido entender tampoco—, cómo funciona el mercado. Genuinamente cree que su palabra está por encima de la ley de la oferta y la demanda.
Quiere jugar venciditas contra el mercado con empresas subsidiadas que no compiten en igualdad de condiciones que las demás. Y lo peor de todo, es que cree que va a ganar.
Ya sabemos en qué va a parar todo esto. ¿Se acuerdan del “Gas Bienestar”? No se ha visto que abran nuevas sucursales en otros Estados, ni tampoco se han visto colas de gente en los pocos puntos de venta existentes en la Ciudad de México.
Donde sí se ven colas son a las afueras de las sucursales del “Banco del Bienestar”. Por un berrinche del Peje contra los banqueros, los beneficiarios tienen que esperar horas bajo el sol para poder recibir la pensión para adultos mayores.
Pero no sólo existe una motivación ideológica en el trasfondo de todo esto. Hay que considerar otro componente igual de importante. La egolatría y megalomanía de López Obrador, así como su ambición desmedida de querer compararse, a como dé lugar, con otros presidentes de nuestra historia.
Para él, que el Gobierno tenga una aerolínea —así como un aeropuerto, un banco y una gasera— es motivo de orgullo y de identidad nacional. Casi casi, hay hasta una justificación patriótica para hacer lo que está haciendo.
En su mente, el Peje estará dejando así un legado casi comparable con la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas o con la nacionalización de la industria eléctrica de Adolfo López Mateos.
Pero el problema de Andrés Manuel, como bien dijo Ricardo Anaya, no radica en su vejez, sino en que tiene ideas viejas. Se quedó atrapado en la época del Estado rector que participaba en sectores estratégicos.
Por eso, va una y otra vez, como bestia de carga en contra de las reglas del mercado. Los 30 millones de votos le dan la fortaleza necesaria para intentar desmentir a Adam Smith.
Pero no es su culpa, si se graduó de milagro como él mismo dice, entonces damos por hecho que nunca se enteró de la teoría de la “mano invisible” sobre la autorregulación del mercado.
¡Lo que natura non da, 14 años en la UNAM…!
@ECR1978
Más historias
EN LAS TRIPAS DEL JAGUAR: 22 NOVIEMBRE 2024
Que vieja tan terca
CINISMO RAMPLÓN