Catón
“En una fonda chiquita que parecía restaurante / me metí a echarme unos tacos porque ya me andaba de hambre, / ya ven que el hambre es canija, pero más el que la aguante. / Se me arrimó una morena que estaba rete tres piedras…”. Cuando salió esa canción, que no es tan vieja, me sorprendió oír en ella una expresión que sí es muy vieja, y que pensaba yo había caído ya en desuso: esa de “tres piedras”. Estar tres piedras significaba estar muy bien, tener gran calidad, ser excelente. La frase tiene su origen en la fiesta de toros, que tantas locuciones ha aportado a nuestra habla común y que hasta los enemigos de la tauromaquia emplean sin conocer su origen: dar la puntilla; estar para el arrastre; ver los toros desde la barrera; abrirse de capa: echar muletazos, etcétera. Sucedió que en una corrida se lidiaron seis toros de diversas ganaderías. Cuatro de ellos salieron de bandera, o sea excepcionales, con casta, bravos, de embestida noble y con trapío, es decir buena presencia. Tres de ellos pertenecían a la ganadería Piedras Negras y uno a la de Tepeyahualco. Cierto periódico informó acerca de esos toros con un titular entusiasmado: “¡Tres Piedras y un Tepeyahualco!”. Desde entonces la expresión “tres piedras” quedó como calificativo para lo muy bueno. Por eso dice la popular canción que la morena que en ella se menciona estaba “rete tres piedras”. Igual estaba la rubia que un individuo conoció en un antro. Al día siguiente le contó a un amigo: “Le invité una copa. Pidió una botella de champaña. Fuimos a cenar. Se despachó los platillos más caros de la carta. Le sugerí ir a un sitio discreto. Escogió el hotel de mayor lujo en la ciudad. Ya en el cuarto descubrí que no era una rubia: era un rubio”. “¡Caracoles! —exclamó el otro, que no se había actualizado en cuestión de interjecciones-. Y ¿qué hiciste?”. “¿Qué querías que hiciera? —replicó el otro—. ¡Ya le había invertido cerca de 50 mil pesos!”… Claudia Sheinbaum se vanagloria de ir en primer lugar en las encuestas, con 18 puntos sobre Xóchitl Gálvez. Bien vistas las cosas eso está más para preocuparse que para presumir. La corcholata de AMLO lleva gastados ya cientos de millones en su ilegal propaganda, en tanto que la presencia de la candidata ciudadana ha sido discreta, sobria, casi austera. Así las cosas una ventaja de 18 puntos a estas alturas, cuando ni siquiera ha comenzado formalmente la contienda, es una mínima ventaja que bien podría desaparecer durante las campañas. En vez de estar cantando victoria desde ahora doña Claudia debería estar diciendo: “Gulp”, la exclamación que en las tiras cómicas proferían los personajes en apuros. La situación de la señora Sheinbaum se complica más si se considera que su jefe está siendo objeto de repudio por parte del pueblo bueno y sabio de Guerrero por la pésima actuación que AMLO ha tenido en todo lo que atañe a la tragedia de Acapulco y demás comunidades guerrerenses. Ni los morenistas se confíen, ni desesperen los partidarios de quitarle el poder a quien tan mal lo ha desempeñado. La pelota es redonda, dicen los aficionados al béisbol para significar que cualquier cosa puede suceder en un juego. Pues bien: en política la pelota es más redonda aún. Y ahora me disculpan mis cuatro lectores. Cumplida por este día mi tarea de orientar a la República voy en seguida a ver el siguiente juego de la Serie Mundial. Ni una sola me he perdido desde que en los años cuarenta oía al lado de mi padre, en un viejo radio tosiento de estática —“estética”, decía el tío Lelo—, las épicas narraciones de Buck Canel y las legendarias crónicas del Mago Septién. Esos eran tiempos. FIN.
Manganitas
AFA
“…AMLO hizo una mañanera
de tres horas y media…”.
Y no me sorprendería
que en otra durara más:
es esa charla falaz
su única chamba del día.
“…Por primera vez participaron
mujeres en el Sínodo de Obispos…”.
Según dijo un informante
que escribe en diversos diarios,
numerosos dignatarios
se distrajeron bastante.
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que lee a San Juan de la Cruz, dio un nuevo sorbo a su martini —con dos aceitunas, como siempre— y continuó:
—Los predicadores han visto siempre con recelo a la mujer. La consideran origen del pecado y fuente de continua tentación. No han perdonado a Eva, y la mala imagen de aquélla por quien el paraíso se perdió no la contrasta ni siquiera María, virgen y madre en la teología católica, espejo perfecto de virtud.
—Por eso quizá —siguió diciendo Cusset— prácticamente todas las iglesias cristianas prescinden de las valiosas aportaciones que las mujeres podrían hacer en ellas. Mujeres y hombres hay en el mundo y en la sociedad. Por eso la sociedad y el mundo viven. Si en los oficios eclesiásticos no participan hombres y mujeres por igual las iglesias languidecerán. Sueño con una iglesia en la que el hombre pueda unirse a la mujer, y la mujer pueda hacer en la iglesia lo mismo que el hombre hace.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!…
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