Alberto Aziz Nassif
La prisa que impone la lucha por el poder no deja tiempo para ver —de vez en cuando— lo que ha pasado con el sistema político en estos años. Hay novedades, pero sobre todo tenemos un escenario en donde las inercias se han impuesto con fuertes dosis de pragmatismo. Los sistemas democráticos son desafiados por grandes problemáticas globales y la representación se ha debilitado. Hay que mirar el bosque y no perdernos en la coyuntura del día a día.
En un interesante libro que hicieron Joan Subirats y Fernando Vallespín, “España/Reset. Herramientas para un cambio de sistema” (Ariel 2015), plantean una idea importante: que “la crisis y la revolución tecnológica parecen estar propiciando un cambio de época que va a afectar a la estructura laboral, económica y política del mundo (…) los gobiernos no van a poder solucionarla aplicando (o adaptando) viejas recetas.
Más que solucionar este nuevo orden de cosas, tendremos que aprender a gestionarlo” (p. 40). Aquí surgen diversas problemáticas que se mezclan, pero que tienen un carácter global que rebasa los tibios esfuerzos que se hacen para enfrentarlos, como el cambio climático que cada día nos amenaza con mayor fuerza destructiva.
Un ejemplo reciente es la destrucción de Acapulco, Guerrero. Estamos frente a un escenario global muy amenazante con dos guerras sangrientas y sin posibilidades de construir la paz en el corto plazo. La idea de una modernidad con un mejor futuro se ha estrellado frente a una serie de crisis como la financiarización económica, una migración explosiva, el desafío a las instituciones internacionales y las guerras.
La democracia se encuentra desafiada, la globalización y el experimento neoliberal han generado narrativas y liderazgos extremos, expresiones populistas (de izquierda y derecha) y una polarización creciente. Como señalan Subirats y Vallespín, las democracias enfrentan múltiples dificultades para lograr dos tareas básicas, la representación y la estabilidad. Se han debilitado los mecanismos de representación, que a veces se tratan de suplir por formas de participación, pero en lugar de complementarse, se separan. La vida política se ha vuelto un hervidero inestable que las redes alimentan de forma cotidiana.
En México las reglas del juego han quedado rebasadas porque algunos actores con poder así lo han determinado; las instituciones que administran las elecciones van detrás de las inercias y tratan de alcanzar una dinámica a la que llegan tarde. Hay novedades, como la arena que han producido las redes sociales que se mueven en la inmediatez y la simplificación. Resulta paradójico que estamos frente a problemáticas cada vez más complejas y globales y, al mismo tiempo, se impongan las inercias simplistas y los discursos en blanco y negro, el conmigo o contra mí.
Si en años pasados, con la idea de la transición democrática se quiso tener un sistema electoral confiable, partidos competitivos y plurales, y con instituciones que le dieran sustento, hoy en día hay un cambio importante, que no necesariamente abona hacia una mejor democracia. La partidocracia fue toxica para que la transición democrática llegara a un mejor puerto. Por eso la agudización de los grandes problemas de corrupción, impunidad y violencia nos llevó de regreso al partido dominante y a un hiperpresidencialismo.
El discurso oficial de la supuesta “transformación” deja muchas dudas a la hora de aterrizar sus resultados concretos. Si te ubicas fuera de las disputas del poder, las opciones son poco atractivas: seguir como estamos hacia una etapa de más concentración de poder y populismo, o regresar hacia un pasado de partidocracia al que se le puso un alto en 2018 y que hoy expresa poca claridad para ser una alternativa al oficialismo. Hay poco espacio para el optimismo.
Estamos inmersos en puro pragmatismo, todo se justifica a través de la idea muy simplista de que estamos frente a dos proyectos de país. Quizá suena bien como propaganda, pero es una caricatura en un capitalismo global. En lugar de tener respuestas complejas para una sociedad más plural y llena de riesgos, domina la polarización que nos mete a un callejón sin salida. La democracia es desafiada por un partido dominante y un hiperpresidencialismo…
Investigador del CIESAS
@AzizNassif
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Que vieja tan terca