Ernesto Castillo Rosado
En su conferencia de este pasado martes, López Obrador sentenció “vamos a tener el mejor sistema de salud público del mundo, y vamos a cumplir, y vamos a cumplir”.
Así, literalmente lo dijo, faltando menos de un año para que termine su sexenio. La mente de nuestro Presidente está en Dinamarca, cuando debería estar en Acapulco. ¡Completamente disociado de la realidad!
Con la cabeza bien erguida, viendo de frente y con la quijada un poco levantada en una actitud desafiante, el Peje nos dejó ver una vez más que sufre algún evidente trastorno mental. Más claro imposible, porque para que alguien pueda mentir así, con tanto descaro, y a la vez con tanta seguridad, debe de tener algún tipo de padecimiento.
El repetido movimiento de su brazo derecho con el puño cerrado asentando al ritmo de sus palabras, sólo sirve para reafirmar la gravedad de su situación. Decir a estas alturas, que nuestro Presidente es un mitómano compulsivo, sería un piropo.
Pero el problema de fondo no radica en su salud mental, sino en el “estado de transe-chairo” en el que se encuentran casi 18 millones de mexicanos. Estamos, sin duda, ante un caso de análisis clínico para los especialistas.
Las palabras del Presidente siguen siendo muy poderosas, más si estas vienen acompañadas de algún tipo de apoyo económico disfrazado de programa social.
Contra esto compite la oposición, contra un Presidente delirante y sus millones becarios. Contra esto, y aún así, pretendemos seguir haciendo lo mismo de siempre, lo políticamente correcto.
¿Hasta cuándo vamos a entender que tenemos que hacer algo diferente? ¿Hasta cuándo vamos a jugar el mismo juego que tantos resultados le dio a López Obrador?
Basta con preguntarnos qué hubiera hecho aquel aguerrido opositor macuspano con este huracán. La respuesta es más que obvia, ya estaría montado un plantón como el de Reforma, a estas alturas. ¡Si un huracán categoría 5 no detiene al Peje, entonces nada lo detendrá! ¿No lo han entendido?
Pero en fin, mientras entendamos esto, hay que ver cómo podemos contrarrestar sus mentiras diarias. Por lo pronto, podríamos empezar con exigirles a los noticieros que coloquen una leyenda de advertencia cuando reproduzcan segmentos de la mañanera del Presidente. Una leyenda que le haga saber a la gente que probablemente está escuchando afirmaciones falsas y engañosas, acompañadas de cifras y datos no comprobables ni verificables.
En pocas palabras, que está oyendo puras mentiras de boca del propio Presidente de la República.
Algo así como cuando de niños escuchábamos todos los lunes en punto de las 8 de la noche en el programa de Chespirito, aquella voz al comienzo que decía “como una muestra de respeto al público, este programa no contiene risas grabadas”.
Aunque de forma involuntaria, el Peje también nos haga reír, cualquier parecido con algún personaje de Chespirito es mera coincidencia.
@ECR1978
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Que vieja tan terca