Jorge Triana (*)
El pasado 23 de noviembre, la UNAM vivió otro triste episodio de agresiones, orquestado por un grupo de jóvenes reventadores que sorprendentemente contaron con el apoyo implícito del jefe de Gobierno y porro mayor, Martí Batres.
Desde las primeras horas de la mañana, los jóvenes irrumpieron en la Facultad de Administración y Contaduría. Portando tubos, palos y petardos, lanzaban consignas e insultos en contra del recién designado rector, el doctor Leonardo Lomelí.
Este triste capítulo lamentablemente no se limitó a manifestaciones verbales, se tradujo en brutales agresiones físicas dirigidas tanto a estudiantes como al personal administrativo. Incluso el subdirector de la Facultad fue víctima de la violencia.
Al tiempo en que se desarrollaban estos actos violentos, un grupo de verdaderos estudiantes llevaba a cabo una protesta legítima en demanda del cumplimiento de un pliego petitorio. Los agresores enmascarados, dirigieron su furia hacia estos manifestantes, convirtiendo a la facultad en un campo de batalla.
Simultáneamente, la politóloga libertaria, Gloria Álvarez, impartía una conferencia sobre economía y el reciente triunfo de Javier Milei en Argentina. Su evento fue interrumpido por los mismos porros, una turba de autodenominados “marxistas” que durante horas, la acosaron con lo que ellos mismos llamaron una “serenata socialista”.
Ante semejantes actos de violencia, las autoridades universitarias se vieron en la necesidad de suspender todas las actividades académicas en la Facultad y movilizaron personal de seguridad para evitar que las agresiones continuaran.
La UNAM, a través de un comunicado, anunció la detención de los responsables y el inicio de acciones legales en su contra. Por su parte, el rector Lomelí, en rueda de prensa, afirmó con firmeza que la Universidad no cederá ante provocaciones o injerencias que busquen desestabilizarla.
En este contexto, el Dr. Lomelí citó las palabras del exrector de la Universidad y también fundador del PAN, Manuel Gómez Morín, quien sostenía que “la UNAM no debe estar atada o sumisa a una tesis o a un partido, debe mantener siempre abiertos los caminos del descubrimiento y viva la actitud del auténtico trabajo y de crítica veraz”.
La declaración del rector no es accidental, es un claro y abierto llamado a la reflexión. Y es que desde la designación del nuevo rector hace menos de una semana, hemos sido testigos de un constante asedio político a su persona y en general a la UNAM, reflejado en forma de violentas protestas y agresiones desde la cobardía del anonimato.
Este lamentable episodio que vivimos es el resultado de otro intento fallido del Gobierno por cooptar ideológicamente nuestra máxima institución educativa, siguiendo el mismo patrón que aplicaron con los libros de texto gratuitos y su “nueva escuela mexicana”.
El Gobierno buscó infructuosamente imponer a un rector afín al proyecto obradorista, presionando a la Junta de Gobierno. Al nombrarse al doctor Lomelí, el descontento en los círculos pro gobiernistas se hizo presente, y el jefe de Gobierno envió a sus huestes porriles a atacar a la comunidad universitaria.
No olvidemos que, ante el proceso de renovación de la Rectoría, Andrés Manuel López Obrador reaccionó descalificando al doctor Lomelí y criticando fuertemente a la máxima Casa de Estudios, asegurando que “en la UNAM se ha limitado el avance académico y el acercamiento con el pueblo”. A decir del Presidente, “la Universidad se ha vuelto elitista” y ha estado “subordinada a la política económica neoliberal, ya que nunca protestaron contra el saqueo y las privatizaciones”.
Este comportamiento no es nuevo en el obradorato, frente a la disidencia y la diversidad de opiniones, constantemente recurren a la violencia en lugar de buscar el diálogo y los consensos. Su objetivo parece ser imponer su visión de manera unilateral, y en su defecto, destruir todo lo que se interponga en su camino, en lugar de promover una visión imparcial y constructiva.
A López Obrador le encantaría convertir a la UNAM en un campus más de sus fracasadas “Universidades Benito Juárez”; o en el mejor de los casos, le acomodaría muy bien que nuestra máxima Casa de Estudios no gozara de autonomía, tal y como sucede con el Instituto Politécnico Nacional, y así colocar al frente perfiles ideologizados y activistas de su movimiento político.
No obstante, nuestras instituciones, así como la autonomía universitaria, resistirán. Ya sea ante ataques de porros o de los políticos demagogos de Morena, que en el caso de México, desgraciadamente, parecen ser dos caras de la misma moneda.
En estos momentos, es crucial que los ciudadanos reflexionen sobre la importancia de proteger y defender nuestra educación superior y nuestras instituciones democráticas, que son pilares fundamentales de nuestra sociedad.
En medio de la turbulencia, debemos recordar que el conocimiento y la razón deben prevalecer sobre la violencia y la intolerancia, y que la UNAM, como cuna del pensamiento crítico, está llamada a liderar este proceso.
(*) Diputado federal por el PAN.
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