Catón
Babalucas vio unos zapatos carísimos. “Es que son de cocodrilo” —le explicó el de la tienda. Pensó Babalucas: “En esto puede haber un buen negocio. Con un par de zapatos de cocodrilo que venda cada día puedo hacerme rico”. Tomó su rifle y fue a un pantano donde abundaban esos saurios. Pasó un cocodrilo, y Babalucas no le disparó. Pasó otro y tampoco. Muchos cocodrilos pasaron, y Babalucas no accionó su rifle. Caía ya la tarde cuando el tonto roque se dijo a sí mismo: “Esto es perder el tiempo. Si el próximo cocodrilo no trae zapatos me voy a casa”… El campo tiene un ángulo oscuro que pocas veces recibe consideración. Los campesinos, incapaces por muchos motivos de obtener su sustento de la tierra, vuelven los ojos hacia cualquier parte de donde pueden sacar dinero. En muchas regiones del país encuentran esa fuente de ingresos en el aprovechamiento de los recursos forestales, que obviamente no saben utilizar en forma racional, pues la ganancia inmediata es lo único que les interesa. A veces la burocracia no pone ningún obstáculo a esa nociva actividad, antes bien la propicia para evitarse problemas con los campesinos y también para mantenerlos dentro del control oficial. Tan viciosa situación está trayendo consigo que no sólo el campesino no produzca, sino que esté arruinando las condiciones mediante las cuales la tierra podría producir en el futuro bajo un sistema de utilización mejor. Los bosques y las selvas siguen siendo así arrasados bárbaramente. Por resolver un problema de momento y que podría tener otras soluciones estamos atentando gravemente contra nuestro territorio y destruyendo de modo irreparable recursos que bien aprovechados podrían servir al hombre en vez de atentar contra él… El señor llega con el médico. “Doctor —le dice—, vengo a verlo porque padezco de los nervios”. “Bien —responde el galeno—. Hágame el favor de pasar por acá para examinarlo”. “Antes de eso —dice el paciente—, quiero saber qué método sigue usted para tratar problemas de los nervios”. “Bueno —explica el doctor—. Ataco directamente la causa”. “—¡Ah no! —exclama el hombre—. ¡A mi esposa no la va usted a atacar!”… El granjero iba a salir de vacaciones a Europa con su esposa. Como estaría allá tres meses, y como nada más tenía una hija, contrató a un joven para que en su ausencia se encargara de las faenas rudas.. A su regreso el granjero le preguntó a la muchacha si el ayudante había trabajado bien. “¡Muy bien! —responde la chica con entusiasmo—. ¡Dejó arado todo el campo; arregló el techo del granero, y a mí me quitó esos incómodos malestares que me daban cada mes!”… Pirulina tuvo una cita con Afrodisio Grandpitier, galán que gozaba de mucha fama por su fogosidad. Cuando regresó, su compañera de cuarto le pidió muy interesada: “Siéntate y cuéntame todos los detalles de tu cita con Afrodisio”. “No puedo” —respondió Pirulina. “¿No puedes contarme lo que pasó?” —se extraña la amiga. “No, —replica Pirulina con voz feble—. No puedo sentarme”… Llega el rancherito a la central de autobuses y pide en la ventanilla de boletos: “Me da un pasaje p’a Polonia”. “Oiga —le dice el boletero divertido-. Tenemos pa’ Xochimilco, pa’ Milpa Alta, pa’ La Villa, pero no tenemos pa’ Polonia”. El rancherito se vuelve hacia su vieja y le dice: “Te jodites, Apolonia”… Le dice su madre a Rosibel: “Ya deberías casarte, hija. Nunca vas a encontrar al hombre perfecto”. “Lo sé —reconoce Rosibel—. Pero me divierto mucho buscándolo”… Un hombre joven ingresó en cierto club de nudistas y pasó una semana de vacaciones ahí. Una amiga suya que había estado antes en el club le dijo: “¿Verdad que el primer día fue el más duro?”. Responde extrañado el otro: “¿Por qué me hablas de usted?”. (No le entendí)… FIN.
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Quienes saben oír lo que las tumbas dicen escuchan en esa tumba estas palabras:
“…Ahora que miro con ojos que todo pueden ver sé dónde está el oro que buscan los hombres en la tierra, conozco la residencia del diamante y las grutas en donde esplenden las más preciosas piedras. Bien podría decir a mis amigos el camino para llegar a esos tesoros. Pero sé que en verdad no son tesoros: son inerte materia, metal, piedras… Tesoros son aquellos que ni siquiera juzgamos riqueza en nuestra vida: el afecto de quienes viven con nosotros; el trato con los amigos buenos; los sencillos goces que cada día trae consigo… La vida es el tesoro… Si no sabes vivirla en el amor y el bien perderás el tesoro mayor, el más hermoso…”.
Eso dice la tumba del cementerio de Ábrego. Su voz no es escuchada, sin embargo: los hombres andan ocupados en buscar inerte materia, metal, piedras…
¡Hasta mañana!…
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