Ricardo Alexander Márquez (*)
Se ríen. Se burlan. Ponen pretextos y evitan responsabilidades. Nuestras autoridades se esconden detrás de sus guaruras armados y coches blindados. Culpan “al pasado” aunque aseguraron que podían con el paquete.
El presidente López Obrador, Rosa Icela Rodríguez, Alfonso Durazo, los mandos militares. David Córdova Campos, comandante de la Guardia Nacional. Todos ellos viven de los impuestos que pagamos los mexicanos, mientras dejan correr ríos de sangre en todo el territorio nacional.
¿De qué sirven los 128 mil guardias nacionales que sustituyeron a los elementos de la Policía Federal destruida por el mandatario?
El Presidente incluso se ha atrevido a decir en varias ocasiones que no existen masacres en México desde que llegó al poder, aunque la organización Causa en Común documentó que ocurrieron 427 en 2023. Más de una por día. Claramente hay que ser muy cínico para negarlas pues están a la vista de todos.
Las cifras las hemos repetido decenas de veces, pero nunca es suficiente. Bajo el mando del presidente Andrés Manuel López Obrador han sido asesinados más de 170 mil mexicanos, casi 100 cada día, pero eso no basta para despertar la empatía de nuestras autoridades enfermas de poder y dinero —tampoco de gran parte de la ciudadanía—. Si nos va bien, tras algún hecho violento, dicen que van a investigar, pero muchas veces ni siquiera a eso llegan. Pasan la hoja y hacen como que no ocurrió.
Sobre los seis estudiantes de medicina en Celaya que aparecieron asesinados afuera de su universidad, el Presidente dijo que fue porque compraron drogas. Literalmente refirió que ese tipo de problemas se corrige con apapachos. No hubo seguimiento.
También en la misma tierra del mandatario, en Tabasco, tras los narcobloqueos de diciembre —sobre los que él y su vocero dijeron que era pirotecnia—, el pasado 4 de enero se dieron 28 asaltos por una banda delincuencial. No se sabe bien qué está ocurriendo en la entidad, pero entre que son peras o manzanas, el secretario de Seguridad del Estado, Hernán Bermúdez, renunció el viernes.
Es tan abrumadora la información en materia de seguridad que hasta pasa desapercibida. Hace algunas semanas se publicaron diversas notas que hacen referencia a cartas enviadas por la DEA y el ICE a la Fiscalía de Colombia en donde se asegura que, de 2019 a 2022, durante el Gobierno de López Obrador, México otorgó permisos para el “tránsito y/o destino” de 5.4 toneladas de cocaína y cinco millones de dólares de procedencia ilícita para realizar transacciones; el objetivo era desmantelar estructuras del narcotráfico internacional. Algo muy parecido al operativo conocido como Rápido y Furioso.
Cuando se preguntó a la autoridad sobre los hechos, la Presidencia de la República guardó silencio. Otra vez, se lavaron las manos.
Éstas son sólo algunas de las historias de las últimas semanas, pero los casos son interminables. Unos más violentos que otros. Cada vez más surrealista la situación.
Y lo peor es que, aunque el Ejército opera aduanas, aeropuertos y se encarga de la seguridad pública en las calles y carreteras, el país continúa igual o peor que antes. ¿Entonces de qué —o a quién— sirven todos esos centenares de militares?
El sexenio se termina y López Obrador deja un país ensangrentado y encadenado a continuar por el mismo sendero de dolor e injusticias.
*Maestro en administración pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana.
X: @ralexandermp.
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