Ernesto Castillo Rosado
Dentro de la gustada y cómica sección “Mi pecho no es bodega” de las mañaneras, López Obrador se aventó el día de ayer, sin querer queriendo obviamente, la declaración más temeraria e imprudente de todas las que ha dicho durante su sexenio.
Con una ingenuidad insultante relató la anécdota de la plática que sostuvo con el director de Black Rock durante su visita a nuestro país, meses antes de que comenzara la pandemia.
El líder del fondo de inversión más importante a nivel mundial alertó en aquel momento al Presidente, de la magnitud de la misma y su impacto global.
“Me empezó a comentar que se iba a agravar la situación económica por la pandemia, cuando todavía no había nada, me habló de que se iban a cerrar las actividades productivas, las escuelas, que no iba a haber Olimpiadas, cosas así’, narraba el Presidente con su peculiar cara de incrédulo.
Con la imbecilidad natural que lo caracteriza, todavía se atrevió a decir, “no pensábamos realmente que iba a ser algo tan terrible…, se cumplió todo lo que pronosticó y miren lo que ocasionó”.
Así, sin escrúpulos, y después de casi 800 mil muertes causadas por su culpa, lanzó este insulto en la cara de los familiares de los fallecidos que vivieron, en carne propia, su criminal decisión de no hacer nada ante lo que se venía.
Pero esto va más allá de un agravio digno de un sociópata, se trata de una confesión pública que lo incrimina.
Si las acciones, antes y durante la pandemia, evidenciaron la negligencia del Gobierno, lo dicho ayer por el Presidente, solamente lo confirma.
El presunto genocida involuntario todavía no se imagina lo que se le puede venir, pero a él en el futuro cercano. “¿Quién se iba a imaginar?”, como bien dijo el propio Peje ayer.
@ECR1978
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Que vieja tan terca