El cinismo y la desesperación de doña corrupta no tienen límites. A pesar de los resolutivos de las instituciones electorales federales —el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación—, en Campeche se siguen violando de manera impune las leyes electorales.
El mes pasado, la tirana con toda desfachatez y prepotencia acompañó a la candidata presidencial de su partido a los eventos que presidió en Bécal, en la ciudad capital y en Champotón, todo en horarios laborales.
Todos los días placea a su candidata a la Alcaldía de Campeche. La llevó a sus posadas del Jaguar, a su baile de fin de año, a su rosca de reyes y ahora es su perrita fiel en los eventos que preside en las comunidades rurales del Municipio, en donde sin vergüenza la presenta como la mejor opción para el Ayuntamiento.
Sabe la señora que tiene compradas a las autoridades. Que por más que la denuncien, ni el Instituto Electoral ni el Tribunal Electoral del Estado van a fallar en su contra. Y si la sancionan, será tal vez con una simple llamada de atención, que es como los llamados a misa. Lo escuchan quienes quieren.
Pero esa prepotencia, ese cinismo, esa desfachatez, son síntomas de algo más grave. La Tía corrupta está desesperada. Por más que reparte dinero, su imagen no repunta, y su cándida candidata, sin propuestas, sin ideología, sin discurso y sin carisma, tampoco ha logrado permear en el ánimo de los campechanos.
Es cierto, el sobrino loco ha comprado a casi todos los liderazgos de los barrios y colonias populares de la capital, y de las comunidades rurales. Al más viejo estilo del PRI, cooptan a dirigentes para que se sumen a la causa de Jamile, le acarrean gente a sus eventos, le dan dinero para que reparta regalos por donde camine.
Pero la simpatía no se compra. La popularidad no está a subasta.
Muy en corto, quienes asisten a esos eventos financiados con recursos del Gobierno del Estado, comentan en voz baja que ya no. Que no se van a dejar engañar otra vez. Que van a aceptar todas las dádivas que quieran darles, pero que a la hora de votar lo van a hacer por la mejor opción, y en ningún caso, esa opción es Morena.
Es el pánico a la debacle electoral lo que tiene apanicada a la gobernadora. Es la desesperación la que la lleva a violar todas las leyes electorales y a repartir dinero a manos llenas.
Pero el pueblo está listo para demostrarle en las urnas que la dignidad no se compra ni se vende. Y que su voto vale más que cualquier migaja que les puedan arrojar desde esta corrupta administración estatal.
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