Hay por lo menos dos funcionarios del sector educativo con los días contados en el desempeño de su ejercicio público: Anuar Dáger Granja, el aún director general del Colegio de Bachilleres de Campeche (Cobacam), y Bismarck Richaud Coral, quien se ha venido desempeñando entre peligrosos vaivenes, como rector del Instituto Tecnológico Superior de Champotón (Itescham).
Su principal pecado es que son herencia del exsecretario estatal de Educación, Raúl Aarón Pozos Lanz, quien fue defenestrado públicamente por la gobernadora durante un evento de entrega de mobiliario sin que se le consultara, se le avisara o se le preparara psicológicamente.
Después de su salida de la Seduc y la llegada de Víctor Sarmiento Maldonado, empezó una depuración silenciosa pero efectiva, en que se han ido deshaciendo de todo lo que huela a Pozos Lanz, no sólo en los cargos directivos y de administración, sino incluso del personal que obtuvo una chamba gracias a sus recomendaciones en las diferentes áreas del sector educativo y en otras.
Hace unos días, por ejemplo, “renunció” de manera sorpresiva quien fuera secretario técnico de la Secretaría de Gobierno, Carlos Alberto Buenfil Amaya. La única verdad es que era los ojos y los oídos del extitular de la Seduc en el cuarto piso del Palacio de Gobierno, y eso le daba resquemor al sobrino de la gobernadora, a quien por cierto, le encanta que le digan vicegobernador.
Se ha comprobado que esta purga de pocistas no tiene nada que ver con eficientar el sector educativo y llevarlo a la excelencia, porque hay que decir que el hoy secretario de Educación, el sansorista Víctor Sarmiento Maldonado, es un auténtico cero a la izquierda en esa dependencia. No sabe dónde está parado, desconoce los elementos básicos para alcanzar mejores resultados, pero sin duda alguna que sirve muy bien a los intereses de quienes lo empujaron para llegar hasta ese puesto. Para aplaudir a rabiar los discursos de Layda Elena se pinta sólo, pero como secretario de Educación simplemente no da una.
No obstante, se sabe que la decisión de cesar al director general del Cobacam, Anuar Dáger Granja, ya está tomada, y sólo se espera del momento apropiado. La institución es económica y políticamente apetecible, y por eso se lo van a quitar de las manos a Pozos Lanz, quien, como ya es de todos bien sabido, se dedicó a hacer jugosos negocios con las factureras de su cuñado y se olvidó de dar las participaciones acordadas al representantes de la Jefa, y eso no se lo perdonaron, ni se lo van a perdonar.
Las investigaciones en su contra siguen su curso, y si las han parado momentáneamente es por estrategia, por si algún día al champotonero se le ocurre brincarse las trancas.
Y es que Raúl Aarón ha mantenido intacto su grupo político. La gran familia, que abanicaba sus aspiraciones a la gubernatura, y que operó a favor de Layda Sansores en los comicios de hace casi tres años, sigue fuerte y reclutando cada vez a más simpatizantes y operadores. No se sabe si para ponerlos al servicio de los endebles candidatos de Morena, o para dar un nuevo chapulinazo.
Lo cierto es que después de Dáger Granja caerá la cabeza de Richaud Coral, cuyo desempeño como director del Itescham ha sido muy cuestionado, lo mismo que su vida personal, marcada por la violencia doméstica y el maltrato, y si bien son cuestiones muy privadas, no hay que olvidar que las agrupaciones feministas no toleran ningún caso de esos y la gobernadora sabe ser feminista cuando le conviene.
No se ve en puerta alguna posición política para resucitar a Pozos Lanz. No se inscribió en ninguna lista de candidaturas, tampoco está buscando una posición plurinominal —aunque sus amigos lo ubicaban como posible líder parlamentario—, y en cuanto a la coordinación de la campaña de Claudia Sheinbaum, no hay que olvidar que se le adelantó el Seso Loco, quien ahora se ostenta como el “principal operador político” de la gobernadora y hasta presume que va a ir a ayudar a la campaña del Huacho Mena en Yucatán, la que si de por sí ya estaba mal, parece que se podría poner peor.
Lo que la realidad aparenta es que el Gobierno de Layda Sansores pretende extinguir políticamente a Pozos Lanz y a su grupo político. Hasta ahora no ha dado sus razones, pero sin duda ante cualquier síntoma de indisciplina o rebelión.
Lo interesante es saber si Raúl Aarón tiene preparada alguna estrategia para defenderse, o para reposicionarse. O, simplemente, dejará que las cosas fluyan y se recompongan, como ocurrió cuando fue eliminado de la carrera sucesoria por la gubernatura en el PRI, y dejó a todos sus seguidores colgados de la brocha.
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