Hay gran malestar en numeroso grupo de elementos de la Policía Estatal Preventiva y de la Dirección de Vialidad, por las instrucciones de sus mandos superiores para “joder” a todos los campechanos que sea posible durante las festividades del Carnaval.
A pesar de las presunciones de la gobernadora y de su Secretaria de Seguridad de que contamos con “la mejor policía de México”, la realidad nos dice todos los días que no es así. Que por el contrario, tras la llegada de la guanajuatense y de sus oficiales foráneos y corruptos, los elementos estatales están siendo obligados a cubrir ciertas ‘cuotas’ en cuanto a aseguramientos y multas, o de lo contrario son castigados.
En otras palabras, la 4T campechana ha formalizado la extorsión. Le ha dado carta de ciudadanía.
De nada han servido los modernos equipos que adquirieron a sobreprecio, por ejemplo las body cam, con los cuales aseguran que los policías ya no pueden extorsionar, ya que se tiene registro en audio y video de las conversaciones que sostienen con los ciudadanos a quienes detienen por alguna razón.
Pero la realidad es que o esos equipos no sirven, o no todos los elementos están equipados con esas cámaras, o hay complicidad al más alto nivel para no registrar las conversaciones comprometedoras.
La Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana se ha convertido en nido de extorsión contra la ciudadanía. Instalan filtros de revisión por cualquier pretexto, aseguran unidades vehiculares sin ton ni son, efectúan aseguramientos masivos a fin de incrementar las recaudaciones por concepto de multas, y no vemos por ninguna parte algún plan para hacer frete a la ola de asaltos, ejecuciones, atentados, extorsiones y demás.
Tal vez a eso obedezca el reiterativo discurso que somos el segundo Estado más seguro. Sólo por una razón como esa distraerías a tus policías en operativos inútiles, o utilizarías a cinco o diez elementos para escoltar y proteger a la hija menor de la secretaria en sus cotidianas visitas a los antros de la ciudad. Visitas escandalosas por cierto, ya que sus guaruras detienen a quienes la voltean a ver o accidentalmente la rozan.
Una vergüenza nuestra policía. Gracias a Marcela y a sus cómplices foráneos.
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