Durante gran parte de su vida política, la Tía Rata había presumido a tirios y troyanos que comulgaba con la ideología de la izquierda. Se definía como una luchadora social, defensora de los pobres y defensora de los derechos ciudadanos.
Sin embargo la realidad es muy diferente.
La hija del Sátrapa Negro en realidad no ha tenido ideología alguna. Principios tampoco. Valores menos.
Se crió como niña fifí, a quienes sus padres consentían todos sus caprichos. A quien le permitían todos sus berrinches y la complacían en todo lo que se le antojaba.
Nació y creció entre pañales de seda gracias al insaciable saqueo que hizo su padre de los recursos públicos del reino de la Culebra y la Garrapata.
Aún más, despojó de empresas, negocios, terrenos, casas, vehículos, playas y propiedades a los nativos del reino, a fin de acrecentar todavía más su riqueza. Nadie podía decirle que no a sus caprichos, porque corría el riesgo de ser desaparecido del mapa.
Ese carácter corrupto y saqueador de su padre lo heredó la hija fifí, quien durante su juventud y parte de su madurez jamás pegó un golpe, no tenía necesidad de trabajar merced a la inmensa fortuna de su padre, producto del saqueo, del robo y del pillaje, ni se le conoció algún trabajo decoroso en que se esforzara para fomentar su propio patrimonio.
Toda la vida vivió pegado de su papi, e incluso su primer trabajo, como representante nacional del pueblo, lo obtuvo gracias al influyentismo de uno de los tatiches presidenciales que le hizo favor a su padre de darle su primer “trabajo”.
Pero no destacó en ese cargo. Eran constantes sus ausencias de las sesiones de trabajo de los representantes populares, pues prefería viajar por todo el mundo, con los gastos pagados con el dinero del pueblo, en lugar de promover o defender leyes que realmente beneficiaran a la comunidad.
El suyo era un voto seguro a favor de las iniciativas del entonces partido mayoritario, así perjudicaran a las mayorías proletarias, y sabía cobrarse bastante bien ese tipo de favores.
En alguna ocasión no le cumplieron sus caprichos, ni la hicieron candidata al Gobierno de su pueblo natal, y de coraje, desquite y chantaje votó en contra de una importante reforma fiscal para incrementar el cobro de impuestos a los nativos. Voto que ha querido vender como el inicio de su carrera como luchadora social de izquierda.
Sin embargo, sus acciones la traicionan. Su vestimenta, zapatos, bolsas, maquillajes y demás, tienen precios que rebasan por mucho el salario anual de un obrero, y sus vastas propiedades y riquezas no le permiten la empatía con los que menos tienen, por lo que tiene que simular que de verdad ama a los pobres, sólo para utilizarlos después con fines electorales.
Lo peor, además de su acendrada corrupción y cinismo, es ser gran violadora de los derechos humanos. Persigue a sus críticos, golpea y encarcela a quienes la cuestionan públicamente y ha incrementado los delitos para reprimir a los ciudadanos por cualquier motivo.
Y todos estos abusos han provocado el hartazgo popular que está a punto de manifestarse. Cuidado.
(Continúa…)
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