Se empalagó de amor doña Tía Corrupta junto a su nuevo Romeo, que descuidó casi totalmente sus obligaciones como representante popular. Lo que al final de cuentas nada le importaba, con tal de mantener a su lado a su romántica obsesión, su príncipe azul, su amor de ensueño…
Quien no parecía contento era el sujeto del desbordado amor de la hija del cacique. Y es que junto con todo ese supuesto cariño, venía pegada una gran carga de toxicidad, pasión enfermiza, arrebatos carnales e inseguridades fantasiosas con desenlaces violentos. Por eso poco sonreía. Poco sonríe.
No podía el amante chiapaneco voltear a ningún lado sin el consentimiento de la dama, porque de inmediato se transmutaba en fiera celosa, en espécimen capaz de destruir todo, con tal de que nadie tocara a su ser amado. La expresión facial era de miedo. Mirada inquisitiva y labios y quijada apretados.
Don Julián, el viejo exsirviente de la mansión del Sátrapa Negro, se toma un descanso para continuar con su relato. Se sirve otro vaso horchatero con ron, hielo y refresco de cola, para humedecer el gaznate, que por la amplia narrativa histórica se había convertido en yermo desértico.
Continuó. La Tía Corrupta inventó cualquier pretexto para celebrar su reencuentro con el amor de su vida. Lo mismo festejaba el primer mes que la quinta semana, o el primer aniversario, y así sucesivamente, aprovechando el evento para saturar de presentes ostentosos al idealizado dueño de su corazón. Lo que él no sabía, sin embargo, es que todas esas compras las facturaba con cargo al presupuesto de la Cámara de Representantes del Pueblo Ultrajado.
Pero junto con los regalos, siempre anexaba una tarjeta escrita con tinta roja, en que la hija del Sátrapa Negro le pedía a su adorado Xun, que fijaran la fecha de la boda, que ella, junto con la fortuna de su padre, se encargarían de todo. Pero no obtuvo la respuesta anhelada.
Sucedió entonces que la suerte favoreció a ambos, pues con la llegada de un nuevo Tatich Presidencial el Romeo chiapaneco logró que lo enviaran como representante del imperio a una nación bananera del Centro de América, con lo que lograba al fin despegarse de la empalagosa Tía Rata, y por otro lado, continuar con su carrera política, ahora desde los terrenos diplomáticos.
A la Tía Rata también le fue bien. Su Tatich Presidencial la postuló como candidata a gobernar el reino de la Culebra y la Garrapata, dispuso de fondos económicos cuantiosos para derribar cualquier obstáculo que se le pusiera enfrente, y vaya que tuvieron que recurrir a toda suerte de alquimistas, taumaturgos, mapaches y magos encantadores, para que los números cuadraran y se acomodaran en favor de la hija del cacique, sin que ello generara un levantamiento popular, pues, como ya se ha narrado en otros episodios, la heredera del cacique no era bien vista ni apreciada entre los nativos.
Pese a todo, se salió con la suya e inició un Gobierno marcado por la corrupción, el engaño, la farsa, la mentira, la represión, la corrupción y el nepotismo… Pero esa es otra historia que merece escribirse tras concluir la narrativa de encantamiento, alucinamiento y terco amor.
(Continúa…)
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