Las cálidas noches habían regresado a las tierras del reino de la Culebra y la Garrapata. Las charlas consuetudinarias de don Julián, el senecto exsirviente de la mansión blanca del Sátrapa Negro, con su selecto grupo de amigos se realizaban al amparo de la noche, cuando la brisa marina cae con suavidad, refrescando los rostros de los nativos.
Sentado en un arriate del parque central, don Julián extrae de su morral un viejo libro desgastado de tanto uso, que el viejo exsirviente guarda como una reliquia. Son las ‘Memorias del Coronel’, escrito por uno de los exgobernantes que ha tenido el reino, de esos que rondan el lindero entre los mejores o los peores, de los que hacían obra pública para meterle más dinero a la buchaca, y quien tampoco venció a la tentación de meterle mano al presupuesto.
Fue el antecesor del Sátrapa Negro. Dícese que fue incluso el gran padrino que lo impulsó para llegar a Palacio Real, algo de lo que después se arrepentiría eternamente. Conoció a la perfección al progenitor de la Tía Corrupta. Llevó cuenta detallada de sus saqueos, y de él escribió con una precisión asombrosa:
—“Llegó al Gobierno con una voracidad desenfrenada y no hubo actividad económica en la que no estuviera metido: controló las gasolineras, hizo una poderosa flota camionera, compró una hacienda que se llama San Sorenzo, a la que llevó arena de otros lugares para hacer playas artificiales; acaparó la producción de miel; estafó a los campesinos de los ejidos forestales, saqueó la riqueza forestal del reino y al frente de sus aserraderos puso a su hermano…”.
Don Julián pregunta a su audiencia si un tipo así puede ser presentado como un ejemplo, como un ídolo o como un maestro. Le responden que sí, sobre todo por quienes son iguales de deshonestos, corruptos y mentirosos.
Narra entonces una de las anécdotas de cómo se enriqueció: “Cuando se apropió de una de las gasolineras, en Escárcega, mandó llamar al dueño y le dijo:
—“Mocho” —porque le faltaba un brazo— te voy a dar tanto por tu gasolinera.
—No, Negro contestó el aludido. No la vendo.
—No te estoy preguntado Te voy a dar tanto insistió el cacique.
—Pero es que vale más replicó el propietario.
—Ya hicimos el cálculo. Vete a la Tesorería para que te den el dinero y firmes los documentos.
Este, narró el Coronel, sólo es un ejemplo de los hurtos que cometió.
Y remató: “Robar es un delito tipificado por la ley, pero robar desde el poder a un pueblo pobre y desvalido como el del reino de la Culebra y la Garrapata, es una doble responsabilidad Desgraciadamente nuestra política es tan corrompida, que a un ladrón, a un homicida, a un traidor, lo llaman “hábil”, “inteligente”…
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