Presume la senecta de Palacio como uno de sus principales piezas de oratoria, haber citado al escritor José Saramago en uno de sus discursos como senadora de la República por el Partido Movimiento Ciudadano, en la sesión en que se discutió la reforma energética del Presidente Enrique Peña Nieto.
Dijo en aquél entonces: “Privaticen los sueños, privaticen la ley, privaticen la justicia, pero si quieren realmente que haya una privatización a fondo, vayan y privaticen a la puta madre que les parió y eso sería mucho mejor que lo hicieran porque al menos esa es suya, esta Patria no les pertenece”.
Rubricó: “Y no vengan aquí a persignarse. Insultos, patadas, puñaladas, es lo que están dando a México, no tienen vergüenza”.
En uno de sus shows de los martes, la mandataria balconeó a su “amante legítimo”, porque fue de los primeros ciudadanos mexicanos, realmente conscientes —tiene tal nivel de consciencia que hasta hoy no se ha casado con ella— que repudiaron no sólo el tono de aquél discurso de diciembre de 2013, sino el lenguaje soez y carretonero al que recurrió en su obsesión protagónica de siempre de ser el centro de la atención.
El hoy embajador en Guatemala le había reclamado por utilizar la tribuna más alta del Senado para mentarle la madre a sus compañeros senadores.
La vida da vueltas, y hoy es el pueblo campechano el que parodia a Saramago para devolverle la mentada. No sólo ha olvidado sus compromisos de campaña, sino que en su incongruencia total, ha sido ella la principal promotora de la privatización en Campeche de un servicio indispensable para los que menos tienen: el transporte urbano.
Los que han estado prestando ese servicio por décadas en la capital, le reprocharon que haya beneficiado al consorcio ADO para sacarlos del negocio. Es cierto, los proyectos fantasiosos para mejorar el sistema de transporte urbano siguen estancados. No hay avances y las negociaciones parece que se dirimirán en los tribunales federales. No escuchó a las dos partes pese a que los del sector social tenían propuestas viables, sino que se inclinó por el pulpo camionero que pretende abarcar más territorio.
Los transportistas no van a dejar que los despojen de sus derechos, ni que por la pretensión privatizadora de la gobernadora y sus asesores en ese rubro, se pierdan más de cinco mil empleos que dan sustento diario a por lo menos 15 mil personas.
Y así, en el Campeche de hoy, son los transportistas los Saramagos que le dicen a la gobernadora: “Privaticen los sueños, privaticen la ley, privaticen la justicia, pero si quieren realmente que haya una privatización a fondo, vayan y privaticen a la puta madre que les parió…”.
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