Los nativos del reino de la Culebra y la Garrapata empezaron a observar asustados, que a la ola de asaltos, extorsiones, abigeatos, y las ejecuciones entre las bandas rivales de la delincuencia organizada, empezaron a presentarse también crímenes políticos.
Hacía muchos años que en esta región peninsular, bañada por los mares tropicales del Golfo, no se presentaban asesinatos vinculados con la política.
Hubo algunos, sí, en los mal recordados tiempos del Sátrapa Negro, pero después vinieron tiempos en que los asuntos entre los partidos y los candidatos se resolvían con diálogo y mediante la voz manifestada en las urnas.
Hubo quienes desde sus trincheras acusaron que estos recientes asesinatos políticos sólo tenían como objetivo incriminar al principal adversario de la gobernanta, un excandidato del Partido Naranja que en los hechos obtuvo más votos que ella, pero a quien le rasuraron esos sufragios para inyectárselos a quien finalmente fue declarada mandataria electa, luego de un colosal fraude.
Primero asesinaron a uno de los principales colaboradores del joven excandidato Naranja, cuando fungió como alcalde de la capital del Reino. Le dieron varios balazos a las puertas de su casa. Y los gobernantes, sin preocuparse por enviar antes sus condolencias a los familares del occiso, divulgaron el rumor de que el crimen estaba relacionado con su exjefe, es decir, el principal adversario político de la hija del cacique.
Después apuñalaron a otro excolaborador del alcalde Naranja. Fue su fiscalizador, y auspiciado por los gobernantes, había denunciado antes de su ejecución, sin presentar pruebas, que el tal exalcalde lo había amenazado de muerte.
El ejecutor fue detenido poco tiempo después, y pese a los intensos interrogatorios y al ofrecimiento de todo tipo de prebendas para pronto salir libre y con una buena fortuna en la bolsa, no se atrevió a incriminar al exjefe de su víctima. En las audiencias judiciales lo presionaron hasta el cansancio para que pronunciara el nombre del exalcalde, pero no lo lograron.
Posteriormente una joven excolaboradora del mismo personaje naranja, fue atacada a balazos junto con su pareja dejándolos gravemente heridos, pero con vida. Y eso bastó para, una vez más, acusar al enemigo público número uno de la hija del cacique como el terrorista que los mandó desparecer. Tampoco presentaron pruebas.
En uno de los capítulos que seguramente habrá de repetirse, otro excolaborador cercano del excandidato naranja fue asesinato a balazos a las puertas de su casa. Y otra vez, las vinculaciones con su exjefe para tratar de anularlo políticamente.
El pueblo veía con asombro esta sucesión de crímenes políticos y se preguntaba si su planeación no había surgido de algún cerebro loco, con la finalidad de sembrar el terror entre los nativos, para inhibir su participación en las urnas, y para que, una vez más, puedan encarcelar a quien se ha convertido en el principal opositor de la Tía Corrupta…
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