La decisión de la gobernadora de cancelar la marcha que su Sobrino Loco le organizaba como muestra de respaldo, y su decisión de declarar como “legítima” la lucha de los policías, es buena señal que confirma que se pueden resolver los conflictos por la vía del diálogo.
Es buen mensaje indudablemente que, más que muestra de debilidad por parte de la mandataria, nos revela que no ha perdido del todo la cordura, o que ya está empezando a asumir ella las responsabilidades de su Administración.
Sólo falta que se vaya Marcela y que designe como titular de la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana a alguien que tenga verdadera trayectoria, carrera demostrada en las tareas de seguridad pública, con lo que de inmediato se ganaría el respeto y el respaldo de la tropa, tan indispensables para iniciar la reconstrucción de esa corporación, que en dos años y medio ha sufrido grave deterioro.
¿Nombres para el relevo? Hay varios, no sólo Jackson Villacís, quien sin duda es un buen cuadro para entrar al quite y recomponer todo el desastre que dejó Marcela a su paso. Ya estuvo como titular de la dependencia y su desempeño fue de regular a bueno. Seguramente que ahora, con más experiencia, podría obtener mejores resultados. Tiene capacidad, experiencia y es campechano.
Otra opción es Javier Herrera Valles, excomisario general de la Policía Federal y exsecretario técnico del Consejo Estatal de Seguridad Pública, que tenía a su cargo el C-5, defenestrado misteriosamente por Marcela para imponer en el puesto a un joven michoacano, amigo de su hijo Arturo, y quien carece de experiencia en el ramo.
Es parte de la horda de michoacanos que vinieron con la guanajuatense, para tomar el control de la seguridad del Estado, y cuyos resultados han sido desastrosos.
Herrera Valles se mantuvo en Campeche pese a su defenestración. La gobernadora le dio un cargo secundario para mantenerlo en nómina y aprovechar en algo su experiencia como policía de carrera. Tiene fama de hombre íntegro, pese a que intentaron vincularlo con la delincuencia organizada, y es probable que también se gane el afecto y el respeto de la base policial sin mucho problema.
Sin embargo, la decisión más difícil para la gobernadora será despedir a Marcela. Quien la sustituya pasa a segundo término, el dolor de desprenderse de su funcionaria consentida ha retrasado la solución al conflicto que estalló desde el 16 de marzo.
Lo lamentable de las últimas horas es el empecinamiento de Layda Elena de no atender el principal reclamo de los policías y los campechanos, la renuncia o el cese de Marcela. Cuidado, la situación se le puede complicar, porque se generaliza la demanda de que ella también se vaya, ante la complicidad con la guanajuatense.
Parece que la orden está dada. Y las horas de Marcela como jefa de la policía están contadas.
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