Todos los intentos de la señora Layda Sansores para desacreditar la protesta de los policías —que ya ajustará el mes desde que inició—, han fracaso rotundamente. Las mentiras que ha difundido ella misma, y las que ha mandado divulgar a través de terceras personas o de páginas digitales panfleteras, han tenido efectos contrarios que se le revirtieron como boomerang.
Es decir, si la gobernadora pretendía que el ciudadano común y corriente dejara de apoyar al movimiento de los uniformados rebeldes, el tiro le salió por la culata, pues el respaldo se ha multiplicado en los 13 Municipios de la entidad y en varias entidades de la República Mexicana.
Esta de risa su planteamiento de crear una “nueva policía” con los agentes que traicionaron a sus compañeros, se rindieron ante las presiones, y forman parte de las 289 personas con las que la mandataria pretende crear una nueva corporación policiaca.
Hasta se crearon un himno de letra ridícula, y que habla de principios y valores que no tienen ni los 289 traidores, ni mucho menos Marcela Muñoz, cuya formación policial es nula, y si se cumpliera ese ofrecimiento de otorgar, como en el Ejército, grados ascendentes a los elementos policiacos con base en resultados, la guanajuatense no llegaría ni al grado de barrendera suplente de la cloaca de la Tía Loca.
“Que la dignidad sea ley”, dice uno de los párrafos del himnito de la “nueva policía”, pero la letra se queda en la pura demagogia, pues es la dignificación lo que exigen los policías sublevados, pero la gobernadora sólo les ha respondido con garrote.
“Unidad”, “valor”, “lealtad” gritan al final de esa mediocre composición musical, pero son precisamente esos valores de los que carecen los 289 traidores. No buscan la unidad, pues pretendieron fracturar el movimiento con su deserción, ni tienen valor, porque fue el miedo el que los llevó a pasarse del lado de los malos, y mucho menos pueden hablar de lealtad, puesto que cada uno de ellos lleva el sello de la traición en la frente.
Son ridiculeces de la senecta de Palacio, que intenta con su enredo de mentiras simular una realidad que no existe, presentar una situación fantasiosa y falsa, y que sigue creciendo de manera imparable, gracias a su incapacidad para sentarse a dialogar pública y de manera transparente con los policías inconformes.
Nada en lo oscurito. Ningún arreglo bajo el agua. Todo con transparencia, a pesar de que eso choque con las prácticas cotidianas de este Gobierno corrupto y corruptor.
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