La designación de liderazgos improvisados, la falta de cumplimiento de acuerdos, la supremacía de un solo grupo al interior del partido, la ausencia de equilibrios con las demás corrientes y sectores para mantener la estabilidad interna, y el excesivo control que ha ejercido Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, tanto en el manejo financiero como en la designación unilateral de candidaturas, han destruido lo poco que quedaba del Partido Revolucionario Institucional.
A estas alturas, el PRI no es ni la sombra de lo que fue en el pasado, ni refleja descarnadamente lo que se le anticipa para el futuro, en donde, en efecto, es muy posible que sea desplazado hasta la cuarta o la quinta posición, como anticipan sus adversarios, y que con ello pierda la posibilidad de colocar a sus “recomendados” que ocupan espacios de privilegio en las listas plurinominales.
El PRI no postuló candidatos competitivos en ninguna de las posiciones en disputa, y pareciera que su única aspiración es a conservar su registro como partido ante el Instituto Electoral del Estado, colocar a uno o dos candidatos de las listas plurinominales, y sobrevivir de las prerrogativas que pudiera recibir del IEEC para los tres años siguientes.
Es decir, el PRI se ha “perredizado”. Quién iba a decir que su alianza con el PRD terminaría mimetizándolo con el sol azteca, que dejó de ser competitivo desde hace muchos lustros, y sobrevive de las migajas que los ciudadanos le depositan en las urnas cada tres años y de sus pactos subterráneos, para mantener su registro colgado de alfileres. No es una exageración si anticipamos que hacia allá se dirige el PRI.
En el tricolor, como en los demás partidos, es cíclica la etapa de renuncias y deserciones. Siempre acontecen antes, durante y después del registro de candidaturas y este año no fue la excepción.
La diputada Diana Campos Balam traicionó a su militancia para ser postulada por Morena como candidata a la Alcaldía de Hopelchén. Rigoberto Figueroa Ortiz hizo lo mismo para ser postulado por MOCI a la Alcaldía de Candelaria, y Ramón Cuauhtémoc Santini Cobos “pausó” su militancia luego de que no le cumplieron el ofrecimiento de encabezar la lista de candidatos plurinominales a diputados locales.
Otros diputados como Noel “El Oaxaco” Juárez Castellanos se desligaron del PRI, por así convenir a sus intere$e$, mientras que Adriana Ortiz Lanz, que era de las pocas voces valiosas y preparadas al interior de la bancada del tricolor, se hizo a un lado tras confirmar el excesivo sectarismo de su dirigente nacional. No lo dijo así en su carta de renuncia, pero es obvio que tampoco le cumplieron lo prometido.
La lideresa cenecista Mariela Conic Cu terminó de ponerle el último clavo al ataúd priísta, luego de que también decidió acabar con 30 años de militancia, cansada de no pertenecer a ese “club” integrado por Alito y sus amigos, que se apoderaron del Revolucionario Institucional y que lo han conducido a la más grave crisis de su historia.
Hay muchos, muchísimos priístas que ocuparon espacios relevantes, tanto en la dirigencia partidista como en el servicio público, que desde hace rato se fueron a trabajar o con Morena o con MOCI. Todos con el mismo argumento: se cansaron de esperar a que Alito recuperara y cumpliera su promesa de que sería un partido incluyente, plural, en donde no fuera la cúpula quien monopolice las decisiones y el reparto de candidaturas.
Es muy probable que, al igual que en el PAN, el PRI de Alito haya suscrito un pacto silencioso y cupular con Morena para entregar la plaza sin dar batalla, sin candidatos fuertes y con arraigo, y sin esa maquinaria que durante más de 80 años le hizo monopolizar el poder.
¿A cambio de qué? De impunidad, pues desde hace varios meses que la gobernadora no opina, ni critica o amenaza a Alito, no sólo en su programa semanal de los martes, sino sobre todo en su obsesión persecutoria para meterlo a la cárcel.
O los expedientes fueron alterados o no hubo capacidad del exfiscal Renato Sales Heredia para presentar las pruebas de la evidente corrupción y enriquecimiento inexplicable en que Layda Sansores asegura incurrió Moreno Cárdenas.
Lo innegable es que el PRI está en fase terminal como partido político. Y no solo en Campeche, sino en todo el país. Los campechanos tendremos el honor de que fue uno de nuestros coterráneos, el que llevó, con sus pésimas decisiones, sus ineficaces estrategias, su elevado narcisismo y su excesivo protagonismo, al expartidazo a su total debacle.
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