Doña Chela narra cómo fue estafada por un líder de colonia que la “acarreó” al mitin de la corcholata presidencial. “Antes los líderes eran tricolores, hoy son guindas, y no son lo mismo, sino peores…”, se quejó.
Doña Chela transpiraba verdaderas cascadas de sudor. Su rostro, de por sí “huero” por su tonalidad natural —por eso le dicen la Chela—, en esta ocasión parecía un rojizo tomate a punto de estallar. Se abanicaba con un cartel de promoción de la candidata presidencial guinda, y en su sabucán había como seis tortas de cochinita, siete frascos de agua fresca y varios refrescos de cola de tamaño mediano.
Fue parte de su “cosecha” por infiltrarse en el mitin que encabezó la abanderada presidencial conocida como “La Corcholata”, en la Plaza de la República, en medio de un implacable sol y temperaturas superiores a los 43 grados centígrados.
—“Sólo a un foráneo se le ocurriría organizar un mitin al mediodía en pleno mes de mayo” refunfuñaba doña Chela, mientras narraba que en la colonia donde habita, pasaron unos brigadistas del partido guinda a invitar a los vecinos a acudir al mitin de respaldo a “La Corcholata” oficial.
—“Les vamos a dar playeras, gorras, sombrillas, agua fría, tortas y refrescos para que desayunen. Nosotros los llevamos y los regresamos a la puerta de su casa”, explicó el joven brigadista, quien además, le susurró muy en corto: “Si se portan bien y lanzan porras, además les vamos a dar una recompensa económica”.
A doña Chela le interesó lo último. Ya que en cuanto a gorras, playeras y demás souvenirs electorales, ya había recolectado lo suficiente para aguantar otros dos años y medio, para las próximas campañas.
Indiscreta y movida por la curiosidad, llamó al brigadista de chaleco y gorra guindas, para pedirle que anotara su nombre.
—“¿Y de cuánto es el apoyo económico que nos van a dar?”, preguntó sin recato.
—“Eso lo va decidir el líder, pero por lo menos son de a 500 pesos por persona, además de sus tortas, agua, refrescos, gorra, sombrilla, playera y abanico de mano para que soplen durante el evento”, lo que no obtienen en un día lavando y planchando ajeno.
Al día siguiente, doña Chela fue la primera en abordar la combi para ir al mitin. Gustosa, recibió su playera, gorra, bolsa para el mercado, sombrilla, tres frascos de agua, dos tortas de cochinita y su refresco de cola. Participó en el mitin con entusiasmo fingido, pues estaba interesada en la recompensa económica.
Cuando el mitin terminó y volvieron a abordar la combi de regreso, el líder, que antes portaba playeras tricolores y ahora viste de guinda, subió al vehículo y repartió entre los colonos pequeños sobrecitos color amarillo. En su interior sólo había 300 pesos. Así que estalló en cólera.
—“¡Aquí me faltan 200 pesos, no seas ratero!”, —gritó. El brigadista me dijo que nos tocaba de a 500, ¿dónde está el resto?”. Los otros acarreados se sumaron al motín, de modo que el líder tuvo que dar la orden de que la combi se moviera, y él huyó a bordo de una moto.
Doña Chela estaba realmente furiosa: “Míralo al pinche ratero, nos quitó de a 200 pesos por persona, somos 15 en la combi, o sea que el ratero se embolsó sólo por este vehículo unos tres mil pesos. ¿De cuántas combis fue responsable? No hay duda de que no son lo mismo. Son peor. ¿No que ellos no mienten, no roban y no traicionan?”, cuestionó en medio del coraje de sus acompañantes.
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