Layda Elena nunca ha sido demócrata. Cuando perdía las elecciones acusaba fraude, y ahora que es gobernadora, denuncia ‘alquimia electoral’ donde perdieron sus candidatos…
La historia política de la corrupta y arbitraria gobernadora de Campeche Layda Elena Sansores San Román no ha sido nunca la de una demócrata.
Ha sido, sí, la de una mujer que ha ambicionado el poder toda su vida, que ha disfrutado de los excesos del poder y de la corrupción de su padre, pero que concibe a la democracia sólo como el camino para satisfacer sus ambiciones, y cuando éstas no se cumplen, grita fraude.
Lo sucedido en 1997 fue sólo el inicio de una carrera que le propinaría a su carrera política al menos dos derrotas más. Cuantas veces buscó Layda Elena la gubernatura, en esas tantas ocasiones los campechanos le dijeron que no.
Tuvo que venir a cobijarse bajo el manto de la 4T y ponerse al amparo de su gurú tabasqueño, para que pudiera, al fin, obtener lo que tanto soñó toda su vida: gobernar a la entidad del que había estado ausente toda su vida, pero que ella sentía como herencia de su corrupto padre, el cual algún día tendría que recuperar.
Lo paradójico de la trayectoria política y personal de Layda Elena, es que ese sensación de gritar fraude cada vez que hay una elección, no la ha perdido, muy a pesar de que se encuentra en una etapa en que paladea las mieles de la victoria.
Muy a pesar de que fueron los operadores y mapaches morenistas los que perpetraron el fraude electoral en Campeche el pasado domingo, lo que les permitió asegurar, al menos provisionalmente la mayoría en el Congreso del Estado, Layda Elena no ha dejado de gritar que fue una elección sucia la que se desarrolló, por ejemplo, en la capital del Estado, donde sus abanderados recibieron una felpa de dimensiones escandalosas.
Como sus candidatos guindas no ganaron ni con todas las triquiñuelas sucias en que incurrieron, ni porque se dedicaron a comprar votos y ni porque quisieron encarcelar a los candidatos de la oposición, Layda Elena asegura que hubo “alquimia electoral” y que todos los que votaron por la opción naranja, recibieron dinero a cambio.
La impugnación de los resultados es el siguiente paso de los candidatos morenistas derrotados, entre ellos el sinvergüenza de Antonio Jiménez Gutiérrez, quien destinó gran parte del presupuesto del Congreso del Estado para comprar votos, y ni así ganó.
Es lo suyo el escándalo, el descrédito, las infamias cuando el voto no les favorece. Y el silencio absoluto cuando el triunfo que ahora disfrutan fue producto de operativos fraudulentos, ilegales e inmorales. Pero así son. Lo tienen en el ADN: malos perdedores. Malos y llorones…
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