El secretario de Desarrollo Económico laydista, el yucateco Fernando Gamboa Rosas, ya descubrió el secreto, la fórmula, el camino para que Campeche se convierte en una potencia mundial…
Fernando Gamboa Rosas, el yucateco a quien la Ruca Gacha de Palacio de Gobierno trajo para impulsar el desarrollo económico de la entidad, y quien hasta el momento no le ha dado a los campechanos una sola razón para seguirle pagando sus altos emolumentos y financiando sus lujos y excentricidades, se ha ganado a pulso el mote del Chimoltrufio Cantinflesco, quien “así como dice una cosa, dice otra… o peor…”.
Hace dos años, el inepto, ineficiente y advenedizo funcionario laydista, nos regaló una de sus primeras joyas discursivas al señalar que “Campeche no está muerto, al contrario, yo creo que Monterrey y Campeche son exactamente iguales… nomás que al revés. Monterrey es económicamente muy fuerte, pero no tiene agua, y Campeche es al revés: económicamente es débil, pero tiene exceso de agua”. ¿Y…? ¿Cuál fue la lógica y la estrategia?
Dos años después, Gamboa Rosas nos ha regalado otro de sus geniales descubrimientos: “En Campeche tenemos un vuelo nada más, uno a la Ciudad de México, entonces, esa es una prueba muy clara de cómo el turismo puede servir. Ahora, no pretendo recomendarles que Campeche se convierta en un Cancún, por supuesto que no, la vocación de Campeche es otra, es muy distinta a la vocación de Quintana Roo y concretamente de Cancún”.
“Hay algo que creo que nos falta y pocos sabemos lo que tenemos: una gastronomía maravillosa, un clima espléndido, una ciudad patrimonial mundial, zonas arqueológicas de primer nivel. Tenemos muchas cosas que nos hacen distintos, pero en lo que no le hemos puesto valor, es lo único que diferencia a Campeche de todo los demás sitios turísticos y somos los campechanos, lo que somos”.
“A veces se nos olvida lo que somos y lo que somos en Campeche: el trato que tiene la gente, la educación, la paz social, la economía la empatía que tiene, la hospitalidad que genera, eso es lo que tenemos que vender, más que las zonas arqueológicas, más que las playas, más que las zonas ambientales, más que las ciudades patrimoniales, porque eso sólo lo tenemos en Campeche, y si logramos vender la campechanidad, créanme, nos vamos a convertir en una potencia. En eso estamos trabajando, eso es lo que queremos hacer, pero la manera de hacerlo es todos juntos…”.
Recáspita. Recórcholis. Vaya genialidad. ¡Qué claridad de conceptos! ¡Qué lucidez! ¡Qué brillante! Nos ha dejado asombrados, anonadados, cariacontecidos, patidifusos y locos de contento. Ni Cantinflas en sus mejores épocas hubiera expresado algo mejor.
Gamboa Rosas, sólo díganos una cosa: ¿Dónde ponemos nuestros puestos para vender esa tal campechanidad? ¿A cómo vamos a dar el kilo? ¿Usted nos dará cursos para incursionar exitosamente en el mercado de campechanidades? ¿Cómo cuantos kilos de campechanidad tenemos que vender para llegar a ser potencia?
¿O prefiere que lo internemos en un psiquiátrico o que lo regresemos a Yucatán para que busque otro empleo?
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Que vieja tan terca