Pues no. Luego de que funcionarios del Gobierno laydista y la gobernadora se frotaban las manos con el negociazo que esperaban concretar, con las posibles afectaciones que causaría Beryl en la entidad, el huracán prefirió ir a cobrarle las afrentas a los yucatecos, a su Poseidón y a su neomorenismo.
Para la población campechana ha sido buena noticia el que los estragos causados por lo que se anticipaba como poderoso huracán no hayan sido —hasta este domingo— desastrosos. Aún quedaba la posibilidad de que sus remanentes provocaran algunas afectaciones, pero no en la dimensión que las mentes corruptas de los funcionarios laydistas habían previsto.
Usted sabe: históricamente los gobernadores han aprovechado este tipo de desastres naturales para anotar en la lista de pérdidas obras que jamás ejecutaron.
Recordemos, por ejemplo, que Salomón Azar, a quien le tocó enfrentar en 1995 los embates de los poderosísimos Opal y Roxana —famoso este último por “irse” y “regresar” a destruir a nuestra pobre entidad— reportó como destruidos caminos y puentes que no se habían construido, por lo que con la mano en la cintura se embolsó lo que se había destinado inicialmente para esas obras.
Algo similar proyectaban realizar los funcionarios laydistas, quienes fueron enviados como “delegados” de la gobernadora a cada uno de los 13 Municipios, y muy orondos se tomaron selfies para informar, en sus redes sociales, que ya estaban listos parta atender la emergencia.
Vaya, el secretario de Desarrollo Agropecuario, Ramón Ochoa Peña, presumió en su video maquinaria que jamás ha sido utilizada y que se encontraba resguardada, nadie sabe porque, y tampoco nadie sabe dónde.
Aún más, Sansores San Román informó que ya estaban habilitados 530 refugios temporales para albergar a los posibles damnificados, pero resulta que sólo enviaron algunas colchonetas sucias, malolientes y cubiertas de hongos, que van a querer presentar como si fueran de reciente adquisición.
Véase, por ejemplo, el caso de Isla Arena, que de una población estimada en mil personas, la alcaldesa primorenista Juanita Cortés Moo, apenas logró convencer a 150 para que salieran de la ínsula y se trasladaran a un albergue instalado en la cabecera municipal.
Sin embargo, al llegar al lugar vieron que había colchonetas, pero sólo dos rejas de huevos y unas manzanas que no llegaron a su tamaño normal, porque fueron cosechadas antes de tiempo, por lo que los isleños prefirieron escapar y buscar refugio con conocidos y amigos.
Así que la alcaldesa y su nutrido grupo de cocineros y cocineras se quedaron solos a espulgar frijol y arroz, en espera de que alguien llegue a asechar o a husmear en el albergue para surtirlos de los ingredientes para albergar a más afectados.
No se olvide que esa fue una de las zonas que fueron consideradas de mayor peligro por la trayectoria original de Beryl. Lo cierto es que los empleados de Cortés Moo se quedaron en el refugio para aprovechar las miserias que les había enviado el DIF Estatal.
Eso nos da una idea del negociazo que proyectaba realizar Laurita y su bola de parientes enquistados en el DIF Estatal, pues seguramente van a informar que enviaron caviar negro, langosta del Caribe, arracheras y otros cortes finos para alimentar a los damnificados, para incrementar el monto de los gastos, misma cantidad que terminaría en sus corruptos bolsillos.
Lo cierto, insistimos, es que no pasó nada grave. Ni siquiera el superhuracán quiso llegar a Campeche, seguramente enterado de que ya queda poco por destruir, pues la horda de funcionarios laydistas, en su mayoría foráneos, ya se encargaron de causar el mayor desastre en la historia de esta entidad.
Sin embargo, algo hay que tener en cuenta. Las advertencias lanzadas por Alberto y Beryl, que si bien no se ensañaron con Campeche como sí lo hicieron huracanes históricos como Gilberto (1988), Opal, Roxana (ambos en 1995) o Isidoro (2002), deben ser severamente analizadas por las autoridades estatales, para rediseñar sus estrategias de protección civil, y colocar en los puestos de mando y coordinación, a personas con capacidad probada para tomar las decisiones correctas en el momento oportuno.
Las fuertes precipitaciones pluviales que nos dejó la tormenta tropical “Alberto” causaron severos estragos que hasta el momento no han sido precisados. En su autodefensa, y fiel a su estilo de presentar “su” verdad, la gobernadora Sansores ha reiterado sus dichos de que los daños fueron mínimos, que esa perturbación atmosférica no nos pegó de lleno, y demás bla-bla que sólo buscan justificar que fueron ellos los que no adoptaron las medidas preventivas oportunas.
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