La decisión del Tribunal Electoral de no sancionar al Pejidente por violar las leyes electorales legaliza la impunidad y el abuso de poder, síntomas de que nos encaminamos realmente a una dictadura…
Mal precedente para la aplicación estricta de las leyes, ha resultado el resolutivo del Tribunal Electoral Federal que, en resumidas cuentas, señala que el Pejidente sí incurrió en diversas faltas durante la pasada elección, pero no se le podrá aplicar ninguna sanción.
“Si la violación de las leyes no amerita ningún castigo, entonces ¿para qué sirven las leyes?” cuestionó muy indignado don Julián a su amigo y lustrador de cabecera don Memín, quien lo miró sin comprender del todo de qué hablaba el senecto charlista.
—“A ver, lea usted mismo lo que dice esta información que parece sacada de una novela surrealista de Andrés Bretón o de un cuadro de Picasso”, expresó el vetusto personaje al tiempo que le entregaba a su amigo el periódico del día.
“El Pejidente vulneró los principios de imparcialidad, neutralidad y equidad en la contienda electoral; usó indebidamente recursos públicos y programas sociales; coaccionó el voto; hizo promoción personalizada y difundió propaganda gubernamental en período prohibido en dos mañaneras, dictaminó la Sala Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación”.
“Sin embargo, el mandatario federal no puede ser sancionado por infracciones electorales, por lo cual sólo se declara su responsabilidad, de acuerdo con criterios emitidos por la Sala Superior de este Tribunal…”.
Don Memín concluyó su lectura y abrió desmesuradamente los ojos. “Si la ley no es pareja para todos, entonces que alguien me explique para qué se establecen las normas y se legisla sobre los castigos. Eso sólo legaliza la impunidad y el abuso de poder, síntomas de que nos encaminamos realmente a una dictadura”, exclamó el rechoncho aseador de calzado.
Don Julián no pudo dejar de darle la razón a su dilecto amigo. “Lo peor de todo son las implicaciones posteriores que va generar ese resolutivo de los magistrados electorales, porque desgraciadamente vivimos en un país donde el mal ejemplo cunde y en donde seguramente otras autoridades de otros niveles van a incurrir en esas mismas arbitrariedades”.
—“Con razón la Tía Rata se la pasó toda la campaña violando las leyes, metiendo en la cárcel (o intentando encarcelar) a sus adversarios políticos, derrochando multimillonarios recursos públicos para comprar votos y obligando a los empleados de su Gobierno a votar por los candidatos guindas. No será sancionada con lo que desaparece de facto la equidad electoral. ¿Qué otras desgracias se avecinan para este maltratado país?”, cuestionó a su vez don Memín.
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