Era innecesaria la alusión a la excandidata morenista a la Alcaldía de Campeche, Jamile Moguel Coyoc, en el “Martes del Jaguar” más reciente. Y peor aún, haber calificado el proceso electoral en que se le dio una arrastrada de dimensiones épicas, como “un robo descarado”. Sobre todo porque no aportan una sola prueba de sus dichos.
Pero así es el estilo de la inepta y negligente mandataria Layda Elena Sansores San Román: calificar a los suyos como “los buenos” y acusar a los otros como los malos, los corruptos, los defraudadores, etcétera.
La verdad tarde o temprano lo mostrará la historia. Por lo pronto, hay que tener en cuenta la grave acusación del exalcalde priísta de Tenabo Daniel Calán Canul, de que se destinaron más de 10 millones de pesos para que Morena ganara ese Ayuntamiento, así como la diputación del Distrito 7 que comparten los Municipios de Campeche y Tenabo.
No hay que olvidar que la excandidata a diputada por el Distrito 18 por Hopelchén, Rosa Verónica Ortiz Ek, fue retenida en un filtro de vigilancia de la Policía cuando transportaba más de 150 mil pesos en efectivo, así como diverso material electoral, en las horas previas a la jornada de votaciones. Se supone que el dinero era para comprar votos.
En Carmen hay testimonios audiovisuales del vergonzoso operativo de compra de votos, y cómo los líderes de colonias y ‘operadores’ políticos de Pablo Gutiérrez Lazarus, desfilaron por Palacio Municipal para recibir los sobres con dinero.
Hubo otros ejemplos de las operaciones mapacheriles de Layda Sansores y Morena en el pasado proceso electoral, de manera que justificar su apabullante derrota en la capital con el argumento de un “robo descarado” no es más que el reflejo de sus propias acciones, y la aplicación literal de ese refrán que dice que el león cree que todos son de su condición.
Y bueno, también es parte de la costumbre, al parecer ya escriturada, de presentar a Jamile Moguel como víctima de algo. No les funcionó el ficticio escenario del atentado a balazos que le armaron, y ahora justifican su estrepitosa madriza electoral, con el cuento de que “se lo robaron”, lo que seguramente habrá generado hilarantes reacciones en todos lados.
Lo que nos cuentan es que ya no saben qué hacer con Jamile. Y tampoco con Rafita, pues electoralmente no resultaron redituables, y darle un espacio en el gabinete —ella quiere Obras Públicas— sería casi casi un suicidio político si tomamos en cuenta los antecedentes de traición que la caracterizan y los amigos poco decorosos que frecuentan a su marido. Si traicionó cínicamente a su amado ídolo Eliseo, ¿a quién más no podrá traicionar?
Pero bueno, ese ya es un problema de la anciana mandataria. Aunque si sigue pasando el tiempo, se corre el riesgo de que le dé comezón en la lengua a la “arquitecta” y amenace con empezar a hablar de más…
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