En todos lados se dejó sentir la inconformidad del pueblo en contra de una reforma que evidentemente atenta contra los principios de la República y también contra la paz…
—“Me dio mucha vergüenza atestiguar el retroceso de la historia. Cómo han cambiado los tiempos, que lo que antes era motivo de escarnio, de burla y de repudio popular, hoy se convierta en un ‘recurso válido’ para que los luchadores de izquierda se salgan con la suya”, señaló con un profundo dejo de tristeza el poeta Casimiro, que parecía estar al borde de las lágrimas.
Don Memín, tan quisquilloso y preguntón como siempre, no se quiso quedar con la duda y le preguntó la razón de sus pesares.
—“He contemplado con mis propios ojos cómo es que la casa del pueblo, el recinto de sesiones de nuestros representantes populares que parece un platillo volador, fue cercado con vallas y rodeado con decenas de policías fuertemente armados, para impedir que el pueblo ingrese y pueda ser testigo del devenir de la historia”, respondió el vate santanero.
—“Yo estuve en esa manifestación —añadió de inmediato don Memín, mientras asentaba su caja para bolear zapatos, pues olió que la charla de esta noche se iba a poner muy buena— y en efecto, también sentí vergüenza cuando corroboré con mis propios que este gobierno de cuarta, que se define de izquierda, está recurriendo con mucha frecuencia a la fuerza pública para proteger sus intereses”.
—“Lo mismo ocurrió en todo el país, corrigió don Julián con su proverbial serenidad, en todas las legislaturas se recurrió a la policía y a los antimotines para impedir la revuelta popular. En algunos casos hubo golpes hacia los ciudadanos, en otras irrupciones violentas a las sedes legislativas y en todos lados se dejó sentir la inconformidad del pueblo en contra de una reforma que evidentemente atenta contra los principios de la República y también contra la paz”.
—“Entonces es correcto afirmar que vivimos en una democracia ficticia, intervino otra vez el poeta, en un régimen que usa la violencia para resguardar sus principios democráticos, que recurre al garrote para aplacar los reclamos del pueblo. Vivimos una democracia autoritaria en donde, paradójicamente la voz del pueblo no es escuchada”.
—“Tienes toda la razón ilustre y rebelde poeta, añadió don Julián, pero también tienen razón los desbocados legisladores guindas cuando presumen que ellos ostentan el poder que les dio el pueblo, para impulsar y aprobar esas reformas. Yo diría entonces que todos somos culpables de esta situación en que, más que nunca, están en peligro nuestras libertades, están amenazados los postulados de la República. Ojalá que dentro de tres años aún tengamos la posibilidad de enmendar el rumbo o de lo contrario ya no habrá más destino que vivir en una dictadura”, lamentó.
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