Un verdadero homenaje a la ridiculez, el rastrerismo, la lambisconería, el servilismo y la exagerada adulación, fue la “despedida” que desde su programa “Martes del Jaguar”, le prodigó la nefasta, corrupta y sinvergüenza gobernadora Layda Sansores, a su amo, gurú, ídolo y mesías, Andrés Manuel López Obrador, el presidente fracasado.
Una pérdida miserable de tiempo, de esfuerzo, de recursos presupuestales y de creatividad fue ese programa dedicado casi exclusivamente a halagar la figura del tabasqueño, presentándolo como un semidiós, que vino a México desde una galaxia lejana, para “redimirlo” y sacarlo del subdesarrollo, aunque en realidad terminó por hundirlo más.
Alejada, como siempre, de la realidad, la anómala y estrafalaria gobernanta evitó presentar a ese mediocre López Obrador de carne y hueso que conocemos; que como Presidente de la República olvidó cumplir la mayoría de sus compromisos y que se va a “La Chingada” dejando un país ensangrentado, polarizado, más endeudado, en recesión técnica y con graves riesgos financieros que se ciernen amenazantes sobre su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo.
A la ridícula Layda Elena sólo le hizo falta derramar algunas lágrimas en público, para “mostrar el inmenso amor” que le tiene al Ejecutivo Federal, que le cumplió su obsesión de gobernar Campeche, y le permitió saquearlo igual o peor que su padre, el “Negro” Carlos Sansores Pérez.
Hay quien dice que si la senecta mandataria no derramó unas lágrimas en público en la “despedida” al “hijo predilecto de la milpa”, fue como parte de los efectos secundarios del uso en exceso de botox, que produce el ‘ojo seco’. Otros afirman que prefirió conservar impecable su maquillaje para evitar que afloraran sus abundantes arrugas, y algunos más, que la verdad es que no era para tanto.
Que más que “amor” por el tabasqueño, lo que la insensible gobernadora siente es amor por el dinero, por el poder y por quienes lo detentan, así que lo más seguro es que todo ese cariño se enfoque a partir del martes en la señora Presidenta.
En realidad los campechanos tendremos muy poco qué agradecerle a López Obrador. No cumplió ninguna de sus promesas de campaña —refinería en Atasta, oficinas de Pemex en Ciudad del Carmen, una ensambladora de autos en territorio estatal, la central de maquinaria del Tren Maya en Escárcega, etcétera— y tampoco hizo nada por revertir la injusticia fiscal que nos ha castigado desde siempre, ni nos reconoció como Estado petrolero, y mucho menos abrió a la pesca los cientos de miles de kilómetros restringidos para los camaroneros en la Sonda de Campeche.
En este contexto, no minimizamos el trabajo del tabasqueño, al señalar que no hizo más que sus antecesores, ni otorgó a Campeche el valor que nos corresponde. Favoreció a Tabasco, tanto así que se llevó a ese Estado lo que en campaña prometió a los carmelitas, con la complicidad y silencio de Layda Sansores y Pablo Gutiérrez.
Validar ese calificativo laydista de que es “el más mejor presidente”, es un abuso, un exceso y un acto de servilismo que la mayoría de los campechanos no compartimos. Resultados económicos publicados por El Financiero el pasado miércoles confirman que con López Obrador, México tuvo el peor crecimiento del PIB en los últimos 36 años.
El Andrés Manuel de carne y hueso le dio a Campeche su peor castigo al imponer a Layda como candidata a gobernadora, respaldarla con todo para que llegue al cargo, y entronizarla pese a ser la peor persona que ha asumido esa investidura. Ha ejercido más de 70 mil millones de pesos en tres años, y no se ve por ningún lado en qué los pudo haber gastado.
No dudamos que la historia vaya a juzgar con severidad al presidente López Obrador. Algunos aciertos tuvo a lo largo de su desempeño, pero el balance general es negativo, y gracias a Dios ya está a unas horas de terminar su encargo y largarse a La Chingada.
Ojalá que la presidenta electa Claudia Sheinbaum tome nota de las expresiones serviles, rastreras y lambisconas de Layda Sansores hacia López Obrador. Si en realidad quiere hacerle un favor a Campeche, debería enviar —junto con sus halagos— a la gobernadora rumbo a La Chingada. Empezaría con el pie derecho su mandato y ayudaría a recomponer los desastres que nos heredó su antecesor.
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