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Dictan sentencia por el caso Mimbela

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El Tribunal de Enjuiciamiento decretó pena de ocho años y cuatro meses de prisión a José M.S., al encontrarlo culpable del delito de homicidio calificado en grado de tentativa, asentado en la Carpeta Judicial 72/17-2018/JC-II., donde aparece como afectada Esbereydi Lozano Sosa, quien recientemente aseguró que el suegro ahora sentenciado, conspiró contra ella para que muriera desangrada.

La Fiscalía dio a conocer que el martes 20 de febrero de 2018, el acusado se encontraba en su rancho situado en el kilómetro 270 de la carretera federal 186 Escárcega-Villahermosa, cuando vía telefónica su hijo le comunicó que su esposa (Esbereydi) había sido lesionada con un arma de fuego. Pidió que le llevara a los niños, en vez de sugerir que encontrara atención médica a su nuera.

El hijo llegó con los menores y la víctima, que presentaba un impacto de bala en la cabeza y lesiones en el cuerpo, y pese a su gravedad no fue ingresada a ninguna institución médica, pues el sentenciado consintió que la dejaran encerrada en una habitación.

Además, José M.S., le dio ocho mil pesos a su hijo para que huyera con su cómplice. Luego, se comunicó con su consuegro y le aseguró que las lesiones a la víctima fueron provocadas por un sujeto que intentó robarle en su hogar.

LA AGRESIÓN

En febrero de 2018, Esbereydi sufrió atentado en su propia casa, a manos de quien ella consideraba su mejor amiga, pero esa amistad era porque tenía interés en el esposo.

Esbereydi dijo que Gabriela Alejandra Cuevas Díaz iba con ella al bar donde cantaba José de Jesús Mimbela López, su esposo, aunque ya eran amantes. “Cuando me enteré le pedí el divorcio, a principios de noviembre del 2017”.

El 19 de febrero de 2018 —continuó la víctima—, al llegar a mi casa cerca del mediodía, veo abierta la puerta de la cocina, y al ir a mi recámara al deslizar la puerta fui atacada a martillazos en la cabeza por Gabriela.

“Mi agresora se vistió completamente de negro y usó guantes de piel del mismo color, para asesinarme cruelmente y no dejar huellas. No le preocupó ocultar su rostro, pues al final se supone que yo estaría muerta”.

“Forcejeé con Gabriela y caímos, ella sobre mí, e intentó asfixiarme. Como sus manos me quedaron cerca, le mordí la derecha hasta quitarle el martillo y asestarle un martillazo para defenderme y lograr desistiera de su ataque”, explicó.

Confiada, fui al baño para ver las heridas de mi cabeza, de donde me escurría la sangre, sin imaginar que Gabriela portaba arma de fuego, con la cual me disparó cinco veces, agregó.

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