Tribuna Campeche

Diario Independiente

Miles saturaron panteones

Fue en Santa Lucia donde se registró mayor afluencia

Rezos, oraciones, velas, veladoras, arreglos florales, serenatas, ofrendas en alimentos, bebidas e incluso cigarros, recibieron ayer los cementerios de esta ciudad, que estuvieron saturados por miles de personas que se acordaron de sus seres queridos que ya partieron de este mundo.


Concurridos estuvieron los cementerios de la capital de Campeche este 2 de noviembre, Día de Muertos, a donde miles de familias acudieron a visitar a sus fieles difuntos. Fue un día de intensa actividad, de ir y venir de los camposantos, de flores, de veladoras, de limpiar y arreglar tumbas, criptas, de rezos y platicas con los difuntos.
En San Román fue notorio lo limpio del lugar, más cuando las personas llegaron y se dedicaron a lavar, pintar y adornar las tumbas con flores. Hubo misas a las nueve de la mañana y cuatro de la tarde, la primera oficiada por el presbítero Juan Alberto Arcos Arana y en la tarde acudió el obispo Francisco González González.
En ese cementerio sólo dos venteros de flores atendían la demanda, con arreglos que iban de 50, 90 a 150 pesos, dependiendo del tipo. También en un puesto expendían veladoras, a 20 y 40 pesos.
La mayoría de la gente que acudió a los cementerios ya llevaba las flores, veladoras e incluso cigarrillos y otras ofendas que dejaron en las tumbas, criptas y osarios de sus fallecidos.
En Samulá la concurrencia se apreció mayor. Las familias se volcaron a visitar a sus difuntos. Y se contó con la presencia de elementos policiacos.
Pero fue en Santa Lucía donde las opciones fueron mayores. «¡De a 50!», ofrecían el arreglo, pero había otros de 130 pesos, otros de 190; el ramo se conseguía a 85 o más económico si se llegaba a un acuerdo con el florista.
También había puestos que ofrecían bocadillos, tortas y tacos de lechón, aguas frescas, churros, papas fritas, paletas, raspados, dulces de temporada, entre otras cosas.
Y también, fue más la gente que acudió. Llegó un momento en que el acceso o la salida fueron complicados. Era un río humano.
Los jóvenes y los no tanto, ofrecían a la entrada agua y el servicio de limpieza de tumbas y criptas. Guitarristas, dúos y hasta a capela, entonaron canciones solicitadas y que eran las preferidas de los difuntos. Hasta el cierre de esta edición se registraba saldo blanco.

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