No creo que el maquillaje y el peinado apropiado sean suficientes para ser una mujer hermosa. La mujer más radiante es la que está llena de vida y experiencia.
Me pongo a pensar en los momentos de mi vida que más hermosa me sentí y quedo sorprendida al descubrir que mis verdaderos momentos de belleza fueron fruto de algo más potente que la simple combinación del peinado, el maquillaje y la ropa.
Las veces que más radiante me he sentido fue durante el embarazo de mis hijos, mis ojos irradiaban felicidad y belleza.
Otras de las veces que más radiante me he sentido es al lograr triunfos en los que me esforcé en llegar, llámese una Casa de Cultura, un éxito teatral, o al lograr los difíciles campeonatos de natación a nivel nacional en los que dejé alma, vida y corazón, a pesar de estar mojada, cansada, sudada, mi rostro denotaba una felicidad que irradiaba un encanto especial.
También cuando mi esposo y yo disfrutábamos a risa batiente nuestros momentos más felices, las fotos me revelan a una mujer encantadora sin retoques ni artificios.
He aquí el secreto que descubrí cuando trataba de resolver el acertijo de la belleza. Las situaciones de mi vida en las que me sentí hermosa eran diferentes unas de otras, pero el amor fue el denominante común que me transformó, en vez de ser los signos externos, el amor a mi esposo, a mi trabajo y a mis logros.
El amor tiene la facultad de trascender nuestras limitaciones físicas.
Cuando la sensación de maravilla y el amor sean indispensables para ti como la ropa y los afeites te convertirás en la mujer más radiante del mundo.
Rosa María Lara de Rullán
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