¿Qué es una ciudad sin su gente? Literalmente sería una ciudad aislada y vacía. Los edificios, muros, calles, obras, parques, luminarias y demás prestaciones públicas no estarían al servicio de nadie.
La gente hace ciudades y no al revés. Se trabaja por y para la gente. Una obra puesta en marcha sólo tiene alto impacto cuando las personas se involucran e interesan en los beneficios recibidos. De otro modo, simplemente son receptores pasivos de los beneficios. Laissez faire, laissez passer. No intervenir, en lo que nos ayudará o afectará en el corto plazo, es una forma de evadir responsabilidades.
El ciudadano es el centro de toda obra pública. El interés ciudadano va más allá al hacer, mirar, pasar. Hacer política sin la opinión ciudadana se limita a mero asistencialismo. De este modo, casi siempre, las acciones se quedan en actos aislados y sin mayor impacto. Nos dicen lo que será. No preguntamos cómo, cuándo, dónde.
De ahí que la participación social sea un inexcusable elemento de la política social. Ciudadanos que participen en el diseño de modelo de desarrollo que se requiere para vincular lo urgente con lo necesario, lo congruente con lo impostergable.
El desarrollo social es el corazón del crecimiento estatal. El ciudadano necesariamente debe ser actor principal de un cambio de mentalidad. Pasar de ente pasivo a ente activo. Si uno se interesa en los planes, proyectos y programas entonces los comparte y hace suyos.
Pronto vendrán los tiempos de formular el nuevo Plan de Desarrollo del Estado. Es una gran oportunidad para hacerse presente. La participación ciudadana es básica para hacer del plan el instrumento que garantice un mejor futuro para todos.
El desarrollo social debe ser entendido como la ruta principal por donde pasa el camino hacia el progreso. Progreso serio. No de palabra. Porque las palabras se las lleva el viento, pero los hechos permanecen para siempre.
Yo estoy convencida de que se requiere de una nueva mentalidad ciudadana. Una mentalidad donde la gente se sienta parte de cada obra edificada. Donde las personas sean corresponsables de vigilar lo que se hace y cómo se hace. No seguir ejerciendo el papel de espectador inmóvil.
En mi opinión, vienen buenos tiempos para nuestra ciudad y Estado donde los hombres y mujeres sientan suya, hasta la médula, ese escondido sentimiento de arrimar el hombro por el crecimiento de Campeche. Lo anterior, sin duda alguna, es la piedra angular del desarrollo que queremos para nuestra querida entidad.
Bertha Paredes Medina
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