¡Aunque sea pa’ maestro! Una expresión coloquial que hemos escuchado numerosas veces, con intenciones variadas; semánticamente con significados plurales. Una frase acuñada con una connotación diferente en estos días.
¡Aunque sea pa’ maestro! Una exclamación para denostar una profesión altamente humana y formativa. Ha dejado de ser una imposición de los padres hacia los hijos, un mandato familiar; opción limitada por el promedio del certificado de estudios, una posibilidad alejada de las decisiones de los bachilleres, argumento vacío al momento de elegir una carrera.
En estos tiempos, cursar estudios para ser maestro ha dejado de ser una alternativa en la juventud de esta época, esa señal indica un riesgo, así lo demuestran la cantidad de aspirantes a escuelas normales o instituciones formadoras de docentes. Actualmente pocos estudiantes se interesan por la profesión, una escasa minoría cifra sus expectativas en dedicarse a dar clases.
Tal signo debe alertar a las autoridades para definir programas orientados a las necesidades de formación de profesionales de la educación, motivar la demanda en las normales y atraer más jóvenes para la generación de educadores del siglo XXI.
Ante los retos actuales de la educación básica en México, “una de las responsabilidades del docente es el aprendizaje de los alumnos en la escuela; destacan sus funciones como promotor, facilitador, investigador y agente directo del proceso educativo” (fracción XXV del Art. 4 de la Ley general del servicio profesional docente, 2013). Con esas atribuciones, la persona que aspire ingresar al sistema educativo, tiene que borrar de su mente ¡Aunque sea pa’ maestro!, pues existe un marco normativo que establece los procesos de evaluación para participar en el concurso de oposición, obtener resultados satisfactorios que los ubique como idóneos o no para desempeñar funciones docentes, parte inicial del proceso selectivo permitirá elegir a aquellos con cualidades básicas para el ejercicio pedagógico.
El perfil que deben reunir los aspirantes para ingresar al servicio, las etapas, aspectos y demás elementos que la Secretaría de Educación estime pertinentes, debe considerarse como información básica establecida por la Ley General del Servicio Profesional Docente, tal conocimiento por parte de los aspirantes a una vacante, debe ser considerado como prioridad. La selección de docentes está supeditada a lo dispuesto en dicha ley.
¡Aunque sea pa’ maestro!, ya no es una ofrecimiento que garantice el puesto, la herencia de la plaza familiar o logro de alguna propuesta sindical, se requieren cualidades personales y competencias profesionales; plena conciencia de las condiciones institucionales y legales para el ingreso, promoción, permanencia y reconocimiento en la función. Implica conocer el marco normativo vigente que rige la educación en el país. La confiabilidad de los procesos y la transparencia en cada una de las etapas del servicio profesional, tienen que ser garantes para la revalorización del magisterio.
Las razones que motivan la elección de la profesión —en estos tiempos— descartan creencias como: “es una carrera fácil… la cosa es entrar al magisterio…” “total si te mandan lejos, el supervisor ni te visita”, “entras el martes y sales el jueves ¡ni quien se entera si faltas!”. Una vez que obtengas la plaza ¡ni Dios Padre te la quita!
Todas las profesiones tienen retos, responsabilidades y gratificaciones, requieren de esfuerzo, dedicación y entrega. En las diferentes áreas del conocimiento, opciones escolares, vocacionales y ofertas laborales, existe amplio catálogo de carreras, pero hay una que se nutre del humanismo y se ejerce en las escuelas, la profesión docente. No es suficiente el certificado de estudios, el título normalista o cédula profesional, ser el promedio más alto de la generación; requiere actitudes personales, pensamientos positivos, habilidades didácticas, capacidad comunicativa, conocimientos, valores éticos y hasta algunas, aptitudes específicas (por ejemplo, dominio de las tecnologías de la información y la comunicación). Compleja pero al mismo tiempo, de libertad y aprendizaje.
¿Qué pasará si cada año se retiran más maestros de las aulas? ¿Quiénes suplirán a los jubilados? ¿Habrá el número suficiente de egresados en las normales con la idoneidad para ingresar al servicio profesional docente? ¿Permanecerán en el servicio, los docentes principiantes después de dos años de haber ingresado? ¿Dispondrá el sistema educativo, la cantidad suficiente de profesores para atender a los alumnos y cumplir con la normalidad mínima? El desafío aún es mayor.
Alguna vez escuché en una conferencia ¡cuidemos a los maestros! Y no porque se fueran a enfermar o abandonar las escuelas, sino porque ellos son la esperanza para la alfabetización, el aprendizaje, desarrollo humano y social de los pueblos; su misión es especial, educar para la vida. Su ingreso y permanencia en la docencia, requiere de evaluación transparente del desempeño, preparación, capacitación constante, buenos salarios, incentivos, apoyo, seguimiento, reconocimiento. ¡No imagino una nación sin maestros ni escuelas!
Hoy día, la imagen del docente tiene muchos matices, algunos opacos, otros demasiado oscuros y muy pocos luminosos; cada uno se mira y a través de su autoevaluación, es capaz de reconocer si eligió o no la carrera anhelada, si su ejercicio lo estimula a seguir superándose o lo ofusca, a tal grado que reacciona con actitudes pesimistas, expresiones agresivas, comportamientos inadecuados.
En estos tiempos, más que antes, no es sencillo atender un grupo de alumnos, proveniente de familias diferentes; trabajar en escuelas con aulas techadas con láminas, que dista de cientos de kilómetros de la familia, vivir en el ejido, planear la clase, revisar decenas de libros y tareas, elaborar reportes por alumno cada bimestre, esperar el día de firma de la nómina y un largo etcétera, son parte de la realidad presente al momento de la elección de la carrera docente.
¡Aunque sea pa’ maestro! No para engrosar la nómina de los burócratas ni porque sea un empleo fácil. Para ser maestro existe una chispa que enciende el motor interior, puede ser vocación, imitación, única posibilidad después de la prepa, la carrera que pueden costear en casa, tal vez un reto o meta personal, lo que fuera, necesita perseverancia, convicción y pasión.
Ser maestro es abrazar la filosofía de la educación, sentirse orgullo de la misión de la profesión y disfrutar cada día, en cada clase, con cada alumno la alegría y el poder del aprendizaje; hacer una carrera exitosa que te brinde seguridad económica, armonía personal y trascendencia.
Teresita Durán Vela
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