Tribuna Campeche

Diario Independiente

Degradación ambiental y humana

La realidad del mundo natural que nos rodea, aire, agua, tierra, flora, fauna, salud humana...

La realidad del mundo natural que nos rodea, aire, agua, tierra, flora, fauna, salud humana, finanzas mundiales, cultura, sociedad y política, en deterioro, no son factores aislados, ni surgen de modo espontáneo, sino que han sido decisiones irresponsables y egoístas de actores humanos durante los últimos dos siglos, donde toda esta realidad desordenada de una ecología contaminada, en la que todos los países del mundo estamos sufriendo un calentamiento global derivado del efecto invernadero, así como de un caos de aceleración incontrolable de avances científicos y redes sociales no siempre utilizadas para beneficio común, al unísono del deterioro de la ecología y de los valores humanos, es en definitiva: la destrucción del ser humano reflejado en su entorno.

Este entorno está íntimamente ligado a la parte de un todo. El ser humano está unido al ecosistema y por ende a todos los seres humanos y seres vivos que habitan el planeta. El daño ambiental del siglo XXI, deriva de la degradación del ser humano en todos los rubros de la vida empezando por sí mismo.

Pareciera cansado, repetitivo y hasta una moda “verde” hablar del deterioro ambiental, de la extinción de especies animales y de recursos naturales, pero no es así, no es una moda, es una urgencia reparar los daños del medio ambiente en el  que todos y cada uno debemos participar y dejar de pensar, que son las autoridades gubernamentales, o los empresarios, o los vecinos quienes deben ocuparse de corregir lo que “aparenta” estar mal pero que “no es para tanto”; acaso no son capaces de sentir en su piel la intensidad solar, acaso son ciegos ante la contaminación de costas y océanos, acaso la sequía de lagos y ríos no es suficiente para no percatarse de lo que sucede al planeta.

No podemos evitar ver y sentir una realidad que nos atañe a todos, no corresponde sólo a las autoridades u organizaciones internacionales, sino que corresponde a cada uno de nosotros realizar acciones, apreciar el valor de la vida, del espíritu, de la salud y entonces de manera armónica, otorgarle el valor que merece al medio ambiente, el cual debemos proteger, preservar, cuidar, como parte de la creación.

El Papa Francisco en su Encíclica recién publicada el 18 de junio, titulada Laudato sí, describe las causales de las consecuencias del desastre climático y del deterioro ambiental en general; hace un recorrido profundo, analítico y verás de la degradación humana, para llegar a la destrucción que del planeta nuestros predecesores y nuestra generación han hecho.

Señala que el hombre se ha degradado a sí mismo no respetando su propia dignidad, mediante una cultura del descarte, donde se ha hecho a un lado a los ancianos, a los migrantes indocumentados, a los más pobres, a los más débiles como son los niños en el vientre de sus madres, así como el empeño de políticas públicas internacionales en distorsionar el sentido de una familia y de los niños a ser protegidos en ésta; dicho descarte ha provocado división y abandono de muchos.

Habla del consumismo, de la aceleración del ritmo de vida de los individuos que ha sido denominado “rapidación” y del abuso de los bienes que Dios nos ha dado. Recuerda lo que Benedicto XVI, mencionaba respecto a que el ambiente natural está lleno de heridas, producidas por nuestro comportamiento irresponsable, tanto como el ambiente social, debido a que el hombre niega verdades indiscutibles; se olvida que el hombre no se crea a sí mismo, porque es espíritu y voluntad pero es también naturaleza. El Papa Francisco observa que el hombre ha dejado de sentirse parte de un todo, haciendo a un lado a los otros seres humanos y por consecuencia a su entorno.

Después del análisis acerca del deterioro mundial, empezando por la forma de vida de las personas y grupos, hace una invitación a detenerse a tomar conciencia que naturaleza y ser humano están unidos. Menciona que debemos formar una ecología integral, donde el hombre vigile y respete el medio ambiente, en armonía con toda la humanidad, donde el ser humano vuelva a sentir que nos necesitamos unos a otros y que tenemos una responsabilidad con los demás.

Nos dice, que ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral y de burlarse de la ética, de la bondad, de la honestidad, de la fe. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social provoca nuevas formas de violencia y crueldad, que impide el desarrollo de una cultura del ambiente. Da consejos para comenzar desde casa, reciclando, siendo ahorradores de electricidad y ahorradores en el consumo.

Nos invita a sentirnos hijos de un Dios que nos creó y que nos ha dado una casa común, que es este planeta, el cual debemos cuidar con todo lo que contiene. Así, nos lleva a San Francisco de Asís, que admira y canta la belleza de todos los seres vivos, agradeciendo y bendiciendo al Creador. Al respecto nos dice “nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia y como una madre que nos acoge entre sus brazos”.

La crisis ecológica es un llamado a una profunda conversión interior. Sin embargo no basta con conversiones aisladas, es preciso que sean comunitarias; a problemas sociales se responde con redes comunitarias nos dice Francisco, no con la suma de bienes individuales.

Si bien el ser humano se ha degradado a sí mismo y por consecuencia al planeta, también posee la suficiente espiritualidad que le viene de la Providencia y la suficiente fuerza, capacidad y voluntad para renovarse y rehacerse a sí mismo y a su entorno para su propio bien y el de las generaciones venideras. Seamos parte de esta renovación humana y ambiental. Esta invitación va dirigida no sólo para católicos o cristianos, sino para todos los hombres de buena voluntad.

Beatriz González Renedo